El guionista escocés Sergio Casci nos cuenta una misteriosa historia sobre los traumas del pasado y sentimientos de culpa. La idea gustó tanto a los guionistas/directores de origen austríaco Severin Fiala y Veronika Franz, que entre los tres han llevado a la gran pantalla La cabaña siniestra (2019) una misteriosa cinta en donde se mezcla terror y thriller, aunque prima sobre todo un buen envoltorio.
Al rebufo de lo que muchos han calificado como el “nuevo terror” y que ha tenido por bandera nombres como Ari Aster o Robert Eggers, surge La cabaña siniestra, una película en donde se ha cuidado mucho la estética y la ambientación (algo que comparte con las obras de los directores mencionados), y en donde a través de terroríficas historias se nos habla de problemas algo más mundanos como la perdida de un ser querido, o en el caso que nos atañe, un duro trauma de nuestra infancia. El mecanismo utilizado nos suena, largos silencios, planos pausados, música estridente cuando toca, grandes planos generales…
La cabaña siniestra es una pequeña montaña rusa que tiene una muy buena subida, con un planteamiento de la historia bien contado. Tenemos a Alicia Silverstone (aquella sex-symbol de los noventa) y a Richard Armitage (visto en la trilogía de El Hobbit). Un matrimonio que acaba de separarse y en donde ella no parece haberlo llevado bastante bien, lo que provoca una situación tan inestable que termina en lo peor. En medio de todo ésto, unos niños, la joven pareja protagonista Jaeden Martell (visto en las dos entregas de It) y Lia McHugh, quizá la interpretación más memorable de la película.
En medio tenemos a Riley Keough, en un misterioso papel que logra transmitir esa doble sensación de locura y ternura en muchos momentos. Es un personaje con el que cuesta conectar, quizá eso nos saque en muchos momentos de la película.
Hay un momento en el que todo se empieza a enloquecer (algo así como lo que sucedía en El resplandor (Stanley Kubrick, 1980)) y el espectador puede tomar dos caminos. Uno, o acepta lo que le echen, con todas las consecuencias y afrontando la magnífica puesta en escena que Fiala/Franz han seleccionado para contarnos la película; o bien puede desconectar (que corre el riesgo), ya que su segunda mitad es bastante atropellada si uno no se ha quedado enganchado de la primera.
La historia de La cabaña siniestra, mezcla demasiadas cosas (sectas, dramas familiares, sueños premonitorios, visiones…) todo ello con la idea de despistar al espectador o engañarle. Lo consigue, seguramente, pero su desenlace no termina de redondear el ejercicio como podríamos haber esperado.
Quizá habría sido necesario profundizar algo más en los personajes, aunque bien está la idea de reunir tan solo a tres en una única localización y partiendo de ese aislamiento, intentar reflejar una posible locura a través de un persona que ya está loco de por si, es decir, es un poco redundante la cosa.
La cabaña siniestra tiene cosas buenas, pero en su cómputo general se queda corta cuando se trata de transmitir emociones. Genera algunos momentos incómodos, pocos sobresaltos, y al final es una película que puede ser olvidable. El plantemiento y la idea general son buenas, pero quizá debería de haberse dejado de tanta filigrana e ir a algo más concreto.
La película se pudo ver en el Festival de Sitges, pero los continuos retrasos por diversos motivos, entre ellos el COVID y la escasa confianza que despertó entre exhibidores, no ayudaron a que se estrenase en salas.
Sin edición en formato físico a la vista, podemos verla en las plataformas de Google y RakutenTV.