Desde la compra de Lucasfilm por parte de Disney hace ya ocho años, muchos han sido los que han visto cierta transformación del adorado universo Star Wars en un producto más orientado a la edad infantil, en vez de ser más continuista y dar a los personajes un enfoque que fuera consecuente con los tiempos que vivimos.
Tras el estreno de la nueva (y última trilogía) conformada por El despertar de la fuerza (J.J. Abrams, 2015), Los últimos Jedi (Rian Johnson, 2017) y El ascenso de Skywalker (J.J. Abrams, 2019), se cierra así la bautizada como “saga Skywalker” y con ella una historia de muchos años en donde se mezclan aventuras, ciencia ficción y una imaginería visual casi única dentro del cine.
Pero aquella generación que disfrutó de la trilogía original (1977-1983) no quedó demasiado satisfecha con el lavado de cara que Disney le hizo a su amado universo, y demandaban un producto más digno, acorde con el estilo de hace años y, sobre todo, más enfocado a un publico adulto, sin olvidar que quien manda es Disney.
Dieron con Jon Favreau, que había dirigido varias películas para Disney (los “live-action-remakes” de El libro de la selva (2016) y El rey león (2019)) y junto a nombres como Dave Filoni (posiblemente uno de los mayores conocedores de Star Wars a nivel de animación que hay) o Christopher Yost (muy curtido en el mundo de las series de dibujos animados) se lanzan a crear esta serie. Aunque el artífice y gran creador es Favreau, no hay que quitar mérito al resto de grandes colaboradores que la hacen posible.
La primera temporada se divide en ocho episodios en donde la trama principal lleva al protagonista, un cazarrecompensas (casi repudiado) que deberá entregar un “paquete” a un grupo de imperiales (lo que nos sitúa de lleno en la trilogía original). En cada episodio, “Mando” se deberá enfrentar a diversos retos para avanzar así en su cruzada.
Hay tres cosas que llaman especialmente la atención en esta primera temporada y que se mantienen, afortunadamente, en el resto de la serie. Lo primero es su estética, muy heredera del cine de ciencia ficción de los ochenta, en donde lo artesano prevalece sobre los efectos digitales. El uso de animatrónicos (desde los droides que aparecen hasta el pequeño que van junto al protagonista) y maquillaje tradicional, convierten a The Mandalorian en una serie en la que es fácil zambullirse en su universo.
Por otro lado, su guion. Aunque hay una historia lineal, una trama principal, la mayoría de los episodios siguen una misma fórmula, en la que se plantea un desafío y que, tras algunas complicaciones (por lo general bastante salvables) se resuelven favorablemente. La influencia del western o de las novelas de aventuras (en las que hasta George Lucas se inspiró para escribir la primera película de la saga) marcan cada uno de los episodios.
Y el ritmo quizá sería la tercera piedra angular de esta serie. Prácticamente no decae en ninguna de las tramas y/o episodios. La poca duración de éstos (salvo el episodio 8) crea en los episodios, la necesidad de que todo avance con fluidez, sin entretenimientos y centrándonos en lo importante. La condensación en las tramas es, sin duda, algo muy de agradecer si tenemos en cuenta el panorama de series actual, en donde es frecuente encontrar muchos episodios de relleno.
Favreau ha creado una serie interesante, muy entretenida y bastante digna para el universo Star Wars, posiblemente lo mejor que le ha pasado a la saga en los últimos años (décadas, quizá). Su mezcla entre el cine de western (esos pueblos casi abandonados, los terrenos baldíos, los asaltos, las trampas, los engaños…) y el cine de aventuras ambientado en el espacio, la convierten en una serie bastante interesante. La experiencia del director para tratar tramas de aventuras (Zathura: Una aventura espacial (2005)) así como un cine espectáculo (Iron Man (2008) lo convierten en el candidato ideal para comenzar esta aventura.
Sobre el reparto, tampoco podemos añadir mucho más. En esta temporada, destacamos los nombres de Werner Herzog, Nick Nolte, John Leguizamo o Julia Jones. La presencia de un Pedro Pascal como ese protagonista casi hiératico, que nunca olvida su origen y su código; y los secundarios como Gina Carano o la estrella de los ochenta, Carl Weathers, le añaden más interés si cabe.