En el 2009 Stephen Sommers estrena G.I. Joe, película basada en la popular línea de juguetes de la empresa Hasbro. Una cinta sumamente entretenida y que gracias a la buena acogida en taquilla, propició (con menor éxito) una secuela. Ahí quedó la cosa, pero ahora Paramount pretende relanzar su particular ‘joeverse’ con este reinicio, una película sobre el origen de uno de sus personajes.
Parece que dada la moda de los ‘universe’ en la industria del cine, Paramount no quiere perder el hilo (ya ha tenido su particular ‘transformerverse’) y ahora se lanza a uno nuevo, eso si obviando los anteriores trabajos de Sommers y Jon Chu. Y es que esta Snake Eyes: el origen (Robert Schwentke, 2021) no hereda nada (ni siquiera actores y actrices) de aquellos productos, por lo que es bastante sencillo verla sin necesidad de tener cierto conocimiento previo.
Para llevar a cabo este ‘reboot’ se ha optado por una historia de orígenes, porque la película sigue la clásica estructura de este tipo de narrativas. Un poco del pasado, por lo general turbio o dramático, el paso del tiempo, alguien se cruza en la vida del protagonista que le hace ver las cosas de otra manera, y finalmente hay una lucha tanto interna como externa en la que el personaje principal toma la decisión de convertirse en… lo que sea. En este aspecto y a nivel estructural, Snake Eyes: el origen no viene a descubrirnos nada nuevo. No hay riesgo en ningún momento.
El resultado quizá es un poco flojo. En base a un guion escrito a seis manos, la historia mezcla el thriller con la acción, pero no resulta del todo equilibrada y ambas partes salen perjudicadas en una trama que, no destaca precisamente por su complejidad. Y es que la película se resuelve de una forma demasiado simple. Seguramente tampoco se buscaba algo más elaborado, porque no era necesario.
Las escenas de acción son escasas, pero al menos están bastante bien rodadas, en donde hay un buen balanceo entre lo digital y lo físico. La labor tanto de los actores como del director en este tipo de escenas es más que correcta. Pero si nos ponemos a compararla (que es inevitable) con las cintas previas, evidentemente en cuanto a espectacularidad, la cinta de Schwentke sale perdiendo y bastante.
También resulta llamativo como se explota poco todo lo que rodea al personaje de ‘Snake Eyes’, sobre todo el mundo de los yakuza. Aunque no es la trama principal de la película, se echa en falta algo más de profundidad en ello. La película casi pasa de puntillas y lo utiliza como una mera excusa, suponiendo todo un potencial que podría haberle dado bastante empaque. Parece que era otro punto que no interesaba tocar.
Henry Goulding (visto en Last Christmas (Paul Feig, 2019) y The Gentlemen: Los señores de la mafia (Guy Ritchie, 2019)) está correcto como protagonista, incluso da la talla como luchador (no es Ray Park, que interpretó al personaje en las dos entregas de G.I. Joe), pero aquí era necesario un actor con rasgos asiáticos, por lo que su elección está justificada. El resto de secundarios, entre los que nos encontramos a la estrella de Indonesia Iko Uwais, a la española Úrsula Corberó (haciendo el rol que en su día hizo Sienna Miller), o a Samara Weaving (en el papel de Scarlett, que lo interpretó Rachel Nichols) cumplen igualmente en una cinta a la que se le puede exigir algo más de acción y ritmo (tiene algún tramo que puede resultar un tanto aburrido).
Decepcionante film, quizá por su poca acción, por una trama demasiado simple y por una dirección sin riesgo. Sólo la taquilla dirá si ha sido un buen punto de partida o si es necesario dejar reposar a los personajes y retomarlos en un tiempo.
