Haciendo uso de la memoria, viendo ahora Contagio (Steven Soderbergh, 2011) uno puede sumergirse más en la película, en sus historias. Podemos comprobar como el guion de Scott Z. Burns no se alejaba mucho de la realidad, hasta incluso podemos pensar que era un visionario, y no sólo eso, la calidad con la que está escrito, sin duda es digno de elogio. A esto hay que sumarle el tremendo manejo en la dirección del propio Soderbergh, que rara vez decepciona.
Que la pandemia del COVID-19 cambió la vida a mucha gente, es algo innegable. Casi siempre para mal, aunque no hay que olvidar que a más de uno/una le vino bien la situación y hasta consiguieron sacarle provecho, posiblemente ignorando la ética o la moral. Todas las historias que se plantean en Contagio podrían haber sucedido hace unos 4 años, posiblemente incluso alguna sucediese y no fuéramos conscientes. La película se muestra veraz, creíble, a pesar de que no llega a emocionar o a tocarnos por dentro.
Aunque el nexo de unión de todas las historias es, evidentemente, el virus (bautizado como el MEV-1) no faltan en cada una de ellas un punto de vista diferente, que es lo que también enriquece a la película.
Con un reparto envidiable, (se comenta que algunos miembros ni siquiera cobraron por trabajar) algo que Soderbergh conoce bastante, el espectador va deambulando por diversas historias que muestran diferentes puntos de vista sobre la situación. Desde el punto de vista de los Gobiernos y organismos, tocando las ‘fake news’ tan fáciles de expandirse por las redes sociales e internet, las relaciones internacionales (acusaciones, ocultación de pruebas…), hasta el trabajo que no se ve, aquellos que experimentan y crean las vacunas. Contagio es una enorme radiografía de todo lo que interviene en una pandemia mundial.
Pero de todas las interesantes historias, quizá la más corriente sea la que da origen a todas ellas y en la que interviene Matt Damon. Quizá sea la más humana, la que más nos toca, la más sencilla de comprender. La película es un interesante ejercicio de crescendo narrativo, y sus primeros veinte minutos posiblemente sea de lo mejor de la carrera de su director.
Todos los actores están muy bien, creíbles, con interpretaciones sólidas en donde no hay dudas ni titubeos, saben perfectamente qué hacer porque tienen un buen guion al que ceñirse. Además, todas las historias son realmente interesantes, y es que la película mantiene muy bien el ritmo. Sabe cuándo hay que ponerse seria y cuando toca otra cosa. Pocas pegas se le pueden poner al tremendo trabajo en la dirección.
Podemos poner peros como que algunas subtramas adolecen de falta de profundidad, podríamos, pero eso no tira para atrás el resto del metraje. Una película que demuestra el buen saber de Soderbergh y que, aunque no nos cuente nada realmente nuevo, nos deja un buen sabor.