Sólo ha pasado un año desde el estreno de El corredor del laberinto (Wes Ball, 2014), y dada la agradable acogida que tuvo, no nos era de extrañar que el estreno de su secuela, bajo el subtítulo de Las pruebas, se estrenase lo antes posible. Así ha sido, y afortunadamente Ball ha aprendido lo suficiente como para darnos una digna segunda parte.
Tras la moderada recaudación de la primera película, la participación de Wes Ball como director de la segunda parte de El corredor del laberinto, despertó muchas dudas. Este secuela, a pesar de enmendar algunas pequeñas taras de la primera cinta, no tiene todavía ese empaque de superproducción que le haría falta para arrasar en taquilla. Parte de ese pequeño incentivo, quizá sea la pequeña promoción que Fox ha dedicado a ella. Ball ha hecho lo que ha podido y, a tenor de los ingredientes con los que contaba, el trabajo le ha salido correcto.
El corredor del laberinto: Las pruebas, es mucho más ágil que la primera, más entretenida y al menos va más al grano, sin tanto rodeo, sin tanta subtrama que, al fin y al cabo, era lo que lastraba a su antecesora.
Eso sí, tampoco se amplían demasiado las pretensiones de una cinta que, podría traernos alguna que otra interesante secuencia, bien podría explorar algo más en los personajes… pero nada. Todo sigue resultando un poco acartonado, sin alma. Hay entretenimiento, pero necesita algo más.
Su nivel visual está bastante conseguido, aunque a día de hoy y siendo conscientes del tipo de producto que es, es algo que se sobreentiende debería estar más que asimilado. No es ninguna novedad. Sus efectos especiales están a la altura de sus necesidades, al igual que el elenco interpretativo, en donde repiten los mismos actores protagonistas de la anterior cinta.
El corredor del laberinto: Las pruebas, sin meternos acerca de su buena o mala adaptación literaria, es una cinta entretenida, con pocas pretensiones y en donde una vez más, el guión vuelve a ser objeto de análisis, porque se encuentra cierto estatismo en la evolución de los personajes, su narración resulta demasiado pensada, no hay prácticamente tiempo para variar la ruta.
Cine “fast food” pensado (que no es malo, cuidado) para adolescentes en donde no es necesario que nos devanemos la cabeza pensando durante todo su metraje. Si lo que nos apetece es evadirnos, creo que esta película podría formar parte de nuestro menú.