Hace unos cuantos años, el director de Michigan Vincenzo Natali, deslumbró con su cinta Cube (1997), una de las películas más interesantes de la ciencia ficción de los noventa. Natali se presentaba así en Hollywood (a pesar de que la cinta fue producida en Canadá) y su carrera prometía. Pero el caso es que tras aquello sus películas no parecían alcanzar el listón que se había puesto.
Su último producto con él como director, es En la hierba alta, adaptación de una novela escrita por Stephen King y su hijo Joe Hill. Hill no es nuevo en el cine, suyas son las novelas sobre las que se basan Horns (Alexandre Aja, 2013) o las series de televisión NOS4A2 (2019) y Locke & Key (2020), ésta última basada en una novela gráfica. En esta ocasión, En la hierba alta se publicó en el año 2012.
La premisa de En la hierba alta está bastante bien, pero (sin saber las diferencias entre novela y película) el resultado no resulta tan atractivo. Natali hace alarde de su artesanía y quizá la película sea donde más destaque. El planteamiento visual está a la altura de lo que uno espera de una adaptación de King, no hay excesivo uso de tecnología para los efectos especiales, por lo que el virtuosismo de la cámara (aquí en manos de Craig Wrobleski, muy curtido en televisión) es lo que marca en muchos casos, el nivel técnico de la película.
En la hierba alta, sin embargo, se pierde por el camino. A pesar de lo interesante de su historia y de lo bien que se van desarrollando los diferentes personajes, la resolución (y en general su tramo final) resultan demasiado confusos y hay un buen puñado de cosas que no terminan por explicarse. No es necesario contar todo, ya que se puede dejar al espectador que tome parte, pero es necesario al menos, darle unos pequeños ingredientes para que él mismo monte su interpretación. Aquí hay falta de información.
La ausencia de rostros conocidos, a excepción de Patrick Wilson, puede echar para atrás a muchos. Pero los intérpretes están bastante correctos, aportando (en la medida de lo posible) credibilidad a sus respectivos papeles. Wilson es quien más destaca, eso sí.
Es una película confusa, bien planteada, con un nivel bastante bueno, pero comete errores muy básicos a la hora de aportar información al público. Natali sabe muy bien cómo contar historias sin necesidad de darlo todo masticado, pero aquí parece que la historia le viene un poco grande.
A pesar de que las adaptaciones de Stephen King ya parecen haberse hecho un hueco en las salas, las buenas acogidas de 1922 (Zak Hilditch, 2017) y El juego de Gerald (Mike Flanagan, 2017) dieron una buena pista a Netflix de que el autor de Maine podría ser un buen filón.
Sólo puede verse a través de Netflix.