La forma en la que tanto Universal como Original Films han alargado una saga que ya adolece de poca originales, es otro sinónimo de que en Hollywood, tener buenas ideas es como encontrar una aguja en un pajar. Y es que ya vamos por la octava entrega de una saga que, hace unos años, tenía una intención y que con el paso del tiempo a ¿evolucionado? a otra cosa.
Pero quizá parte de esto la tenga precisamente el público que sigue llenando las salas tras un estreno de una nueva entrega, y es que parece que a muchos se les ha olvidado la verdadera esencia de A todo gas. Y es que desde hace algunas entregas, el tema de los coches parece algo ya secundario y principalmente cada entrega se reduce a héroes de acción montados en coches millonarios, cuando en un principio no era así lo que se nos planteaba.
El triste hecho de que Paul Walker ya no esté en esta entrega no es la excusa para destruirla, ni mucho menos. Ya en Fast & Furious 7 (James Wan, 2015), su última participación en cine, notábamos como la cosa no iba por buen camino y al final lo que tenemos es una saga de acción convencional, llena de estrellas pero que por lo demás, no nos trae absolutamente nada nuevo al género. Aunque visto lo visto, tampoco parece que sea su intención.
Aquí se intenta hacer ver que la unión hace la fuerza, que el grupo se tiene que separar (excusa bastante mala, por cierto) y que es la “familia” quien siempre te apoya y siempre está a tu lado. Un mensaje tan manido y poco original que en ocasiones llega a obviarse y simplemente queremos que se nos entretenga.
A esto pocas sagas le ganan. Y es que esta Fast & Furious 8 entretiene, apenas da tregua y eso es de agradecer, en un género en donde es imperdonable bajar el ritmo. Aquí, la película aprueba con creces, todo sea dicho.
El cambio de dirección que pasa a manos de F. Gary Grey, director de la estimable revisión The Italian Job (2003) con los también aquí presentes Jason Statham y Charlize Theron, sabe manejar con bastante soltura la acción, dejándonos un intenso y alocado desenlace, así como memorables escenas de persecuciones que, sin ser nada espectaculares, al menos resultan bastante solventes.
Lo dicho, la saga de A todo gas está ya muy gastada (ojo que se avecinan dos secuelas más), y es que estamos ante una entrega bastante innecesaria, porque poco o nada aporta sobre los personajes. Los conocemos demasiado, sabemos qué van a hacer y cómo lo van a hacer. En fin, poco nos van a descubrir que no sepamos.
En Fast & Furious 8 todo es excesivo, sin medida, con la auténtica convicción de que lo que estamos viendo no es absolutamente creíble. Pero en el fondo la película no busca nada más. ¿Hasta cuándo va a durar ésto?