Han pasado cuatro años desde el estreno de John Wick: Capítulo 3 – Parabellum (Chad Stahelski, 2019), y ahora nos llega una cuarta entrega de esta saga protagonizada por Keanu Reeves, en una suerte de relanzamiento de su carrera, que empezó hace 9 años. Una primera película que, a día de hoy, sigue sin haberse estrenado en cines en España y tampoco está disponible en formato físico.
Derek Kolstad concibió al personaje de John Wick basándose en el cine negro, en las tramas de venganza, redención o crímenes. Autor del guion de toda la saga, llega a una cuarta con la idea de hacer una cinta más grande y más completa. Lo cierto es que una de las cosas que ha mantenido toda la saga y que aquí se mantiene, es el estilo.
Vuelve a la dirección en solitario Chad Stahelski, especialista y amigo del propio Reeves (lo dobló en la saga Matrix). Aquí repite tras haberse hecho cargo de las anteriores (la primera junto a David Leitch). El ritmo frenético cuando toca, o las espectaculares escenas de acción, son marca de una saga que con el tiempo se ha ido consolidando como una obra de culto dentro del cine de acción. El nombre de John Wick es, a día de hoy, un referente icónico de un cine en ocasiones infravalorado, pero sumamente entretenido cuando realmente hay intención.
Con una duración muy próxima a las tres horas, podríamos decir que tiene 3 escenas de acción pura. A nivel narrativo, se mantiene esa estructura lineal, casi como un videojuego, de ir a lugares, sortear enemigos, descubrir pistas… sólo que aquí todo es mucho más sencillo (plano), son básicamente más de dos horas vienes a John Wick huir por el mundo, repartiendo y poco más. Eso sí, que nadie se espere una ensalada de tiros y golpes constante. Hay tiempo para el diálogo.
Lo más llamativo sin duda son las escenas de acción, unas maravillosas coreografías de disparos y planos, colocados de forma elegante y violenta al mismo tiempo. Ver descerrajar a Reeves tres o cuatro tiros en cabeza a cada enemigo no tiene precio. Son una combinación de elegancia y brutalidad, siempre enmarcadas en escenarios futuristas.
Y es que, en esta cuarta película, se le ha dado mucha importancia a la imagen, ya no solo en las escenas de acción, sino en general. Mucho neón, mucho contraste entre fondos oscuros, casi negros, con iluminaciones fuertes, que en momento saturan la imagen. Planos simétricos, composiciones muy equilibradas… No hay duda de que se han tomado la molestia (y es de agradecer) de que la película no sea únicamente un conjunto de tiroteos y una historia plana. John Wick 4 tiene una potencia a nivel visual muy grande. Simplemente el hecho de mostrarnos un tiroteo en el interior de una casa en forma de plano cenital y de una sola toma, ya merece verse.
Aunque todo el protagonismo se lo lleva Keanu Reeves, la presencia de rostros como Donnie Yen, Bill Skarsgard, Clancy Brown o Scott Adkins también le dan un toque potente a la película, completando un reparto que mezcla los rostros conocidos de la saga (McShane o Fishburne) con nuevas caras. El empaque interpretativo en relación a lo que ofrece la película, no puede envidiar a ninguna otra cinta de acción.
Más acción, más espectáculo, más Wick, más Reeves… todo más a lo grande. Una cinta entretenida, honesta, que da perfectamente lo que ofrece, con un nivel técnico bastante alto… un producto de acción que podría servir como modelo a seguir, no hay duda. La pregunta es, ¿hay vida para Stahelski y Reeves después de John Wick?
