Que la historia de Jurassic Park (Parque Jurásico) contiene una atractiva mezcla de ciencia ficción y aventuras, es algo innegable. Trasladar la novela de Michael Crichton al cine sólo era posible de la mano de un realizador que supiera llevar las riendas de un género tan complejo como atractivo al mismo tiempo. A pesar de que hasta el mismísimo James Cameron mostró interés en ella (luego reconoció que Spielberg era el único que podría haberla hecho), la responsabilidad recaía en uno de los directores más reconocibles/reconocidos del cine, Steven Spielberg.
El director de Cincinnati venía de dirigir otra cinta de aventuras, la infravalorada Hook (El Capitán Garfio) (1991), película sobre un Peter Pan crecido, pero con ganas de seguir dando guerra. Universal había comprado los derechos de la novela de Crichton por algo más de dos millones de dólares, y el libro todavía ni se había publicado. Una vez lo hizo, fue un éxito en ventas y los productores supieron que tenían una mina de oro en sus manos.
La historia había sido un poco gestada en otra obra del propio Crichton Almas de metal, y que él mismo dirigió en 1973 como película, con un Yul Brynner en sus últimas intervenciones (haría tres películas más antes de retirarse) y con una idea básica, ¿qué le sucede al hombre cuando su propia creación se le escapa de las manos? Mientras en Jurassic Park (Parque Jurásico) eran dinosaurios, en Almas de metal eran robots realistas. Hay similitudes, sí, pero la de los ‘dinos’ ha supuesto una de las películas más icónicas y representativas del cine de los años noventa.
Estamos ante una cinta en donde prima el entretenimiento, ante todo, en donde Spielberg muestra su absoluto control sobre las escenas, dando importancia ya no sólo a la historia, sino a elementos narrativos y de composición, como la puesta en escena o los efectos de sonido (muy importantes en esta película). Si nos atenemos estrictamente a la historia, es un verdadero pulso entre el hombre y la vida, una historia sobre el poder de las corporaciones, algo que se repetirá en mayor o menor medida durante todas las secuelas.
Jurassic Park (Parque Jurásico) crea momentos icónicos, escenas realmente impactantes (la tormenta con el tiranosaurio ya ha pasado a la historia del cine), y un pulso narrativo que sabe equilibrar muy bien los momentos de tensión (incluso terror) con los momentos de puro divertimento o pausas.
El reparto abarca todas las generaciones, desde la veterana, con la figura de John Hammond, empresario que, como se dice en la película, juega a ser Dios. Un tipo con pocos escrúpulos, pero inconsciente a mas no poder. Pasando por la actual, encarnada en el trío protagonista, unos magníficos Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum, todos ellos reflejo de tres ciencias como son la paleontología, la paleobotánica y las matemáticas. En la película representan un poco la razón, la cordura, la prueba de que la vida tiene sus épocas y sus momentos. Y por último, la ilusión e inocencia de la niñez, representada en los dos niños (nietos de Hammond), interpretados por los correctos Joseph Mazzello y Ariana Richards. El resto de secundarios que pueblan la película aportan sobre todo elementos para que la trama avance, pero poco más.
Una película notable, que como pega se le pueden achacar algunas licencias científicas, pero poco más. Para entender el cine de aventuras de los noventa, es imprescindible verla, disfrutarla y saborear cada uno de sus planos, reflejo del buen hacer que siempre ha caracterizado a Spielberg.
Si te interesa saber un poco más sobre el diseño del cartel de la película, puedes echarle un ojo a este artículo.
