Que la anterior película de Neil Marshall, The Reckoning (2020), no llegase al circuito de salas españolas, no auguraba nada bueno para el director británico, cuya legión de fans cada vez suele verse incrementada. Marshall, más próximo al cine artesano de terror que a las florituras digitales, nunca se ha destacado por evolucionar en su filmografía, y eso que tiene algunos títulos destacables como Dog Soldiers (2002) o The Descent (2005).
El largo periplo de Marshall por la televisión (Juego de tronos, Hannibal, Constantine, Black Sails, Westworld, Perdidos en el espacio…) lo ha tenido apartado del cine durante unos cuantos años, unos 9, si echamos cuentas. No fue hasta el 2019 cuando regresó en ese intento de resucitar al mítico personaje de Mike Mignola que tan bien le había salido a Guillermo del Toro en dos notables películas. La versión del Hellboy de Marshall, además de estrenarse en algunos países censurada (sí, evidentemente en España quiso la distribuidora estrenarla así), no terminó por convencer demasiado al público. Ahora, regresa con una cinta más simple (en todos los aspectos), que incluso le retrotrae a sus orígenes como director y de la que es imprescindible no tomársela en serio.
Parece que el regreso de Neil Marshall a los cines es una especie de parodia-acción que bien podría ser un ‘direct to video’ de hace, por lo menos, más de veinte años. No parece poner reparos en hacer ese homenaje a un cine honesto, simple, con personajes estereotipados, efectos especiales que rozan lo cutre, pero cumplen, y una historia bastante previsible. Sí, eso es lo que, prácticamente, nos ofrece La guarida.
No, no podemos decir eso de “Marshall se supera a si mismo”, porque mentiríamos como bellacos, y es raro que haya optado por un proyecto que parece retroceder en su filmografía, tras títulos con más presupuesto y mejores medios o mejor reparto.
Este ‘homenaje’ que Marshall se hace a sí mismo cuenta con todos los elementos del cine de acción más clásico, salvo que en esta ocasión, el papel protagonista recae en una fémina, con el rostro de Charlotte Kirk, mujer del propio Marshall y guionista también de la película. Por lo demás, hay para todos los gustos.
Los rusos vuelven a ser los malos, hay elementos de ciencia ficción, hay tiros, peleas, sangre, algo de casquería, personajes planos, frases memorables, discursos motivacionales que no llevan a nada… todos los clichés que uno se pueda imaginar del cine de acción de videoclub de los ochenta, están incluidos.
Por eso es importante destacar que, para entrar en La guarida, es necesario entrar en el juego que propone Marshall. De lo contrario, y si nos ponemos exquisitos, posiblemente terminemos abandonando la sala a los treinta minutos de película.
Aún con todas estas cosas, la cinta resulta al menos entretenida y es totalmente consciente de qué tipo de cine es, por lo que no se toma en serio. Aunque no se lo tendremos en cuenta a Marshall, bien es cierto que echamos un poco de menos historias algo más interesantes como The Descent (2005) o incluso Doomsday: El día del juicio (2008).