En el 2017 el director de Mali, Ladj Ly, estrena el cortometraje Los miserables, sobre uno de los barrios más conflictivos de Paris, Montfermei (barrio donde Víctor Hugo escribió la famosa obra homónima). Aquella pequeña historia supuso el origen de un largometraje que va algo más allá, lleva el mismo título y tiene a los mismos rostros protagonistas.
A la sombra de la fantástica Training Day (Día de entrenamiento) (Antoine Fuqua, 2001) ha surgido una pequeña lista de títulos en donde las tramas parecen compartirse, y en donde siempre se pone de manifiesto cierto toque social.
Los miserables se hace eco de aquella maravillosa cinta a la hora de plantear ciertas relaciones entre los protagonistas, y de poner al espectador en una balanza moral, a sabiendas de que es más que probable saber qué opción elegiría. El cine francés lo hace con realismo, crudeza y cierto punto de acción.
Pero desgraciadamente Los miserables, a pesar de su más que buen planteamiento, de sus buenas interpretaciones y de su buena puesta escena, la cinta en conjunto es muy desigual. Tarda bastante en arrancar, casi una hora, y se demora en exceso en presentarnos una situación y unos personajes a los que resulta bastante fácil conocer con menos tiempo.
Pero una vez entra en faena, la película avanza sola, firme, sólida y con buen pulso. Nos propone situaciones delicadas, bien resueltas, nos plantea personajes que se debaten entre lo moralmente correcto y el deber. En estos terrenos la película ya se mueve como pez en el agua, con uno reparto muy bueno.
Lástima que para alcanzar eso tengamos que estar durante un buen rato esperando a que por la pantalla suceda algo que nos mueva a movernos (valga la redundancia) en el asiento. Los miserables es un crescendo de historia, está claro, denuncia social, retrato de una realidad que vivimos y a la que muchos seguramente, les es ajena.
