Noche de miedo reinventa el clásico de Tom Holland. Colin Farrell y Anton Yelchin se unen como némesis y héroe en una cinta que a pesar de su origen, no nos estalla en las narices como una bomba de mal gusto. Al menos eso tenemos que agradecerle a su realizador.
Con esa moda (efímera, esperemos) de adaptar todo a tiempos contemporáneos, Craig Gillespie, que para algunos ha surgido de la nada, se atreve con un pequeño clásico de los ochenta, la cinta de Tom Holland, Noche de miedo (1985).
En los ochenta, con todo el tema de los espionajes, agentes dobles y demás, el género de terror y/o suspense, tenía que reinventarse. Uno de aquellos títulos que intentaban arrojar nuevos productos fue Noche de miedo, película quizá olvidada por una mayoría, pero que despierta y ha despertado casi siempre, cierto regusto al buen cine que se hacía.
Sin ánimo de alabar aquella y de desterrar la obra de Gillespie, intentaremos en la medida de lo posible, evitar comparaciones, aunque ya se sabe que partiendo de un material rodado, degustado y, hasta incluso, encumbrado por muchos, a veces resulta casi imposible en no caer en la mera comparativa.
Esta Noche de miedo reinventa muy bien la fórmula. Apuesta por una mezcla entre comedia y terror, los mismos ingredientes que, se supone, debería tener. Desgraciadamente como Gillespie es bastante novato en esto de meter miedo, todo se va desviando inevitablemente hacia su terreno conocido, la comedia. Pero no hay problema con esto, es una comedia ligera, sin abultamientos y todo muy medido. Correcta, en ese setido.
Se agradece que Noche de miedo no se tome en serio, emulando a aquella otra. Se agradece porque precisamente no cuenta con elementos que la hagan favor. Empezando por un reparto interpretativo muy desigual en donde no brilla absolutamente nadie. Ni siquiera Colin Farrell con esos pequeños aires cuasi-homosexuales en donde su tarea parece reducirse a meros ejercicios de insinuación y sobre actuación. Toda una lástima. Sabemos que Farrell es un tipo muy capaz.
El que se supone es el protagonista, el joven Anton Yelchin (Star Trek (2009)), se desenvuelve como pez en el agua, es un actor muy joven, versátil y amoldable a cualquier tipo de género, incluso a la acción, como se puede ver en el último tramo de película. Lo mismo le suceden a todos los secundarios, incluido la estrella Christopher Mintz-Plasse, ídolo para muchos tras su paso por la comedia Supersalidos (2007). Sobre David Tennant (de la serie Doctor Who), casi podríamos decir que es la pequeña luz que levanta el ánimo de la función. Su personaje, ese puente entre realidad y ficción, es quizá lo más atractivo del conjunto.
En general, Noche de miedo resulta agradable de ver, entretenida, con cierto regusto a un cine más honesto que pretencioso y que seguramente no cale mucho en el público, pero ha servido para redescubrir uno de los títulos más emblemáticos del género en los ochenta.
