Tocar un título de rotunda polémica e interés como lo fue Perros de paja (1971) de Sam Peckinpah, requería quizá una revisión muy ligera de la historia. Rod Lurie se ha enfrentado a este duro relato, re-adaptándolo de forma correcta, sencillamente.
Rod Lurie le ha echado un par y se ha encargado de adaptar de la novela de Gordon Williams que en su día adaptó Sam Peckinpah bajo el título de Perros de paja (1971). No es la primera vez que se toca una obra de Peckinpah, pero en esta ocasión, el referente es casi considerado como un título de culto. Lurie no se ha molestado mucho en trasladar la obra original e innovar ciertamente, pero al menos ha conseguido un ejercicio solvente y algo perturbador.
Lurie viene de títulos tan sólidos como Candidata al poder (2000) o La última fortaleza (2001), ambas cintas muy consolidadas en sus géneros y que muestran, desde diferentes puntos de vista, conductas humanas llevadas hasta cierto límite. En el fondo esta nueva visión de Perros de paja (Straw Dogs) también analiza desde un punto de vista algo más universal, la conducta humana.
David es quizá el personaje más humano de todos los que pueblan la obra. Sereno y claro en todo su discurso (a excepción del climax final, por supuesto), le aporta a la historia el punto casi de ingenuidad que se respira en toda la cinta. El espectador asiste a algo que, casi en las primeras escenas de la película, sabe que no acabará bien. Su pareja, una como siempre fría, Kate Bosworth, apenas explota la dualidad de su personaje, algo que Peckinpah si consiguió a través de Susan George. Obviamente, aquí el ingrediente sexual se ha pasado muy por encima. No tendría quizá, la misma repercusión que en su día tuvo la versión original.
Pero comparar ambas películas sería algo zafio y hasta tópico. Perros de paja (Straw Dogs) puede analizarse y puede verse como una cinta claramente original, aunque para aquellos que conocen la obra de Peckinpah supondrá casi por inercia, la tarea de intentar desprestigiar a Lurie a favor de todo un maestro como lo fue el director de la versión de los setenta.
Lurie no ha inventado el fuego, pero ha facturado una película interesante que pone de manifiesto la sociedad en la que se desarrollan los hechos, la sociedad en la que vivimos y de cómo el pasado siempre está ahí para hacernos recordar, tanto para cosas buenas como para cosas no tan buenas. Su retrato de una América rural, donde los hombres sólo saben de armas y de caza, ya nos da una idea del terreno en el que tendrá que moverse el protagonista, acostumbrado a los lujos urbanitas.
Perros de paja (Straw Dogs) es un digno “remake”, sí, algo menos duro (ya estamos casi insensibilizados con muchas cosas) pero en esencia, su mensaje sigue siendo el mismo. Con un reparto de secundarios bastante aceptable (James Woods, Dominic Purcell y Alexander Skarsgard) y que, salvo comparativa, la película se deja ver como una dura historia.
A veces, sobrevivir en la vida cuesta más de lo que muchos pensamos. A veces sobrevivir a nuestro propio pasado y a nuestros propios miedos, nos recuerda que somos frágiles, que somos como el viento o que somos como unos perros de paja que después de un uso y reverencia, no son más que meros peleles que pueden pisotearse, sin ningún valor.
