No sólo de Stephen King vive el cine de adaptaciones de terror. Quizá el nombre de Dean Koontz no sean tan conocido internacionalmente como el del escritor de Maine, pero algunos de sus títulos han pasado por las salas con cierto interés. Se me vienen a la mente concretamente dos, Engendro mecánico (Donald Cammell, 1977) y Asesino del más allá (Brett Leonard, 1995).
Vaya por delante que no estamos ante una cinta con un presupuesto millonario. Eso se palpa casi al momento. Quizá lo más loable sea que es muy consciente de sus limitaciones y de sus capacidades (incluida la de sorprender), por lo que las pretensiones no son demasiadas.
Phantoms tiene uno de los arranques más enigmáticos del cine de terror de los noventa, con ese pueblo abandonado, esas casas preparadas, y esas dos hermanas llegando al inhóspito lugar, donde tiene lugar toda la acción de la película.
Y es ahí donde termina lo más destacable de una película que, poco a poco, termina por caer casi en la autocomplacencia. Sabe que no es perfecta e intenta suplir sus fallas con espectáculo visual. Esto nos lleva a afirmar que su nivel técnico no es precisamente uno de sus fuertes, a pesar del esfuerzo invertido.
Quizá haya dos intérpretes que intenten levantar a toda cosa Phantoms de su agujero. Por un lado la presencia de Peter O’Toole como personaje principal. Por otro lado la de Ben Affleck que aquí no demuestra precisamente que puede llevar un papel serio. Prácticamente se pasa la película poniendo cara de ¿qué está pasando? y poco más. Ni siquiera la presencia de O’Toole evita que todo quede en una broma.
Koontz ha hecho un guión bastante pobre, con una historia en donde se intenta contar algo más allá de la eterna lucha entre la luz y la oscuridad o la duda entre la mortalidad de un Dios o no. Sí que son preguntas que pueden ofrecer la posibilidad de una buena trama, pero Koontz no busca eso.
Al final, Phantoms queda en una entretenida película, con un muy buen arranque pero que se desinfla irremediablemente según avanza. La falta de un presupuesto más holgado y de contar con estrellas con algo más de peso, quizá habría hecho que el resultado luciera más.
Aún con sus fallas y sus escasas virtudes, la cinta se hace entretenida y logra crear interés, a sabiendas de todas sus limitaciones. Chappelle es consciente de lo que ha hecho y tampoco ha podido sacar mucho más.