Entrar en el cine de Yorgos Lanthimos (Atenas, 1973) puede resultar complicado, sobre todo si no estamos muy acostumbrados a un cine fuera de lo… estándar. Pobres criaturas (2023) es su nueva creación, para la que ha contado una vez más con Tony McNamara (trabajó con él en La favorita (2018)) pero se desvincula por primera vez de la escritura del texto (casi siempre escribía junto a Efthimis Filippou). Su habitual colaboración con Thimios Bakatakis en la fotografía empata con el irlandés Robbie Ryan, con quien ya había trabajado también en La favorita. La película se basa en la novela de Alasdair Gray, fallecido en el 2019 y que publicó Pobres criaturas en 1992.
Lo primero que llama la atención es su puesta en escena, siempre hablando de nuestra primera aproximación al cine de Lanthimos. En ocasiones un tanto excesiva, pero manejando con cautela y con intención, planos largos, un excelso uso de lentes gran angular, en donde parece que estemos “espiando” la escena en algunos momentos, zooms… Todo ello en ambientes, escenarios y mundos casi oníricos, que en ocasiones rozan el surrealismo. De Lanthimos es conocidos su exceso, por lo que aquí pocas sorpresas vamos a encontrar.
Pobres criaturas es el viaje de Bella Baxter hacia su descubrimiento como persona y hacia el descubrimiento del mundo que la rodea y de quienes habitan en él. Al principio desde una perspectiva ‘naif’, pero que poco a poco va construyéndose hasta llegar a convertirse en una persona… ¿normal? Para conseguir ese objetivo (aunque no queda claro si lo es o simplemente se lo encuentra) Bella utiliza todas sus habilidades (incluido su cuerpo como objeto para conseguir placer instantáneo) para avanzar poco a poco en ese viaje.
Durante el mismo se topa con personajes de lo más diverso, desde los que se quieren y se aprovechan de ella (como el interpretado por Mark Ruffalo) utilizándola para su conveniencia, bien sea como un desahogo sexual, o bien como un florero y que caen perdidamente enamorados de su ingenua personalidad. Hasta otros que la aleccionan sobre la vida (la mujer del barco o la ‘madame’ del burdel de París).
La película es compleja de ver, exigente con el espectador, como casi todo el cine de Lanthimos, pero tiene algo que engancha, ¿su estética? ¿Emma Stone?, lo que la convierte en una ‘rara avis’ dentro del cine que podemos consumir hoy en día, prácticamente hecho en serie y con los mismos convencionalismos a nivel estético y narrativo. Su duración puede jugarla una mala pasada, y en momentos roza un poco el tedio, todo sea dicho.
La interpretación de Emma Stone es otra de las grandes bazas con las que cuenta Pobres criaturas. Stone construye un personaje que evoluciona, con un magnetismo en la mirada que transmite cada una de las sensaciones de Bella, desde sus primeros descubrimientos hasta un final/desenlace en donde descubre quien es realmente. Su trabajo físico (desde sus formas de andar hasta sus formas de enfrentarse a los personajes), casi infantiles, que también evolucionan con el tiempo, es digno de premios.
Pobres criaturas tiene también una potente carga crítica. Hacia su tramo final encumbra la figura de la mujer dotándola de más poder dentro de toda la trama, dándole más sentido.
Dentro de su complejidad, es una película que choca en su comienzo (ese blanco y negro casi homenajeando a los monstruos de la Universal, con un Williem Dafoe en estado de gracia, como siempre), una fotografía diferente (por momentos incluso ‘kubrickiana’), una estridente (e ¿inclasificable?) banda sonora (del debutante Jerskin Fendrix) y una potente carga visual. Sus lecturas son muchas, sus referencias al Frankenstein de Shelley también, pero sin duda no es una cinta que deja indiferente.
