En base a su más que buen hacer y saber somo cómo rodar prácticamente cualquier género, Ridley Scott se ha atrevido a tocar, treinta y tres años después, una de sus películas estandarte y, por ende, casi definitoria de un género que, hasta entonces, estaba más que repudiado. Con Prometheus el director ha tomado las riendas (muy bien, por cierto) de una interesante historia, mezcla de varios géneros (como Alien) y que cuenta con un factura casi impecable.
Partiendo de una de sus cintas más laureadas, el director intenta dar respuesta a algunas de las preguntas que en ella planteaba, así como a muchas otras relacionadas con la existencia humana. Hasta aquí, me parece todo un atrevimiento, dada la enorme cantidad de interpretaciones que ha habido, de ambos frentes.
Prometheus no pretende ser una cinta filosófica, no trata de ahonda en lo más profundo de los orígenes de la humanidad, no es ese su principal cometido. Quizá sí es un instrumento para contarnos lo que realmente quiere, y es devolvernos la jugada que hizo Scott en 1978, devolvernos el suspense, la ciencia ficción (la auténtica), ese grupo de tripulantes enfrentados a lo desconocido… Sin duda sus intentos de explicarnos de dónde venimos no son el fin de Prometheus. Y es quizá esta pequeña ¿trampa? lo que no haya gustado a muchos, que esperaban con ansia un resurgir de Alien, quizá una nueva visón, pero Scott nunca ha estado interesado en ello (no hay más que ver su filmografía para comprobar que no le interesan continuaciones propias). Mucho cuidado tendrán algunos cuando podamos ver su nuevo trabajo sobre Blade Runner, aunque quizá con Prometheus ya estén avisados.
En nivel visual de la cinta es sencillamente sublime. El cuidado de cada detalle, las estancias de la nave, los planetas… la producción de la cinta no deja lugar a dudas del enorme trabajo que hay detrás. La limpieza de sus imágenes, la brillante utilización de la luz y colores para resaltar ambientes y espacios, su espectaculares efectos visuales/digitales/especiales… Ese conjunto de elementos a nivel visual, hacen que ver Prometheus sea una auténtica experiencia (lejos de que te guste luego lo que cuenta o no). Referencias a títulos de calado del cine como puede ser 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) o Lawrence de Arabia (David Lean, 1963), e incluso a las propias cintas de la saga Alien, no son más que ingredientes que culminan en un exquisito plato.
Si que es cierto que Lindelof no ha matizado algunos personajes. Así quedan pues algunos algo destartalados (como es el caso de Charlize Theron, por ejemplo). No están muy bien definidos y parecen estar preocupados más por hacer bulto que por aportar algo al desarrollo de la historia que, por otro lado, va creciendo por momentos. Incluso la aparición del personaje de Weyland (irreconocible Guy Pearce) transmutado en esa especie de Dios decrépito, podría aportar algo más a todo esto, pero realmente subyace bastante poco en sus breves discursos.
El conjunto interpretativo de Prometheus está muy bien compensado, ya no sólo por las estupendas interpretaciones de Noomi Rapace o Idis Elba, sino también por Michael Fassbender, ese robot con cierto regusto a replicante y con reminiscencias de Ash o Bishop, que utilizado como brazo ejecutor del verdadero maestro de marionetas de la misión, consigue transmitir cierta sensación de inquietud, de desconfianza… sensaciones fácilmente transmitibles por una máquina a la que no conocemos, y de la que no conocemos sus reacciones. Sin duda es uno de los personajes mejor construidos de la película. Al igual que la cinta va creciendo en todo (situaciones, propuestas, trama…) también lo hacen los personajes. Algunos de ellos quizá a marchas forzadas y otros, con una evolución algo más coherente y, hasta cierto punto, comprensible. Puede que Prometheus no sea una cinta perfecta, pero si se acerca mucho a la ciencia ficción más clásica, y eso es algo que muchos hemos agradecido al salir de la sala.
Que su final no concluya como muchos esperan, no debería sorprendernos. Vivimos en tiempos de sagas, de secuelas, de dobles sesiones de historias… Scott no es ajeno a eso (ni él ni la Fox, claro) y seguramente una segunda parte arroje más claridad a una película que, a pesar de plantear ciertas referencias y recursos con el Alien de los setenta, realmente no arroja nada concreto sobre él. Quizá también sea otro instrumento para llegar a otro fin, ¿cual?, eso sólo Scott lo sabe. Una recomendación, ir a verla sin esperarse lo que uno se espera, a veces resulta más satisfactorio que todo lo contrario.