La segunda temporada de Stranger Things arranca de una forma muy similar a la primera, aunque aquí tenemos la ventaja de que prácticamente todos los personajes ya están presentados, y sabemos bastante sobre ellos, a excepción (claro está) del protagonizado por Millie Bobby Brown.
En estos nueve episodios, la serie toma otro rumbo, nos encontramos con personajes nuevos (se agradece que la serie quiere crecer) que, en cierta manera, vuelven a poner valores bastante esenciales dentro de la propia mitología que ha creado la serie.
Los hermanos Duffer siguen encargándose del guion de todos los episodios a pesar de contar con algunas colaboraciones. Esto les permite tener una línea muy definida de por donde va la trama principal de esta nueva temporada, que se debate principalmente en dos: el pasado de Once y la conexión entre el “otro mundo” y el personaje de Will Byers.
Sobre la dirección, nos encontramos a Shawn Levy (director de Free Guy (2021) o la saga de Una noche en el museo) y a Andrew Stanton (director de varios títulos de Pixar) entre los responsables de algunos episodios. En cuanto al ritmo, la serie sigue manteniendo prácticamente el equilibrio entre el suspense y la aventura, aunque quizá en esta temporada hay bastante más acción que en la primera, y sobre todo más contenido dramático, ya que las dos tramas principales, así lo exigen.
En esta temporada, además, nos encontramos con los rostros de Sean Astin y Paul Reiser, además de los habituales ya vistos como Winona Ryder, David Harbour o Matthew Modine (aunque sólo aparece puntualmente en un episodio). El reparto principal se mantiene intacto, y se nota cierta evolución de los personajes tanto a nivel interpretativo como a nivel narrativo (algunos incluso tienen más presencia en algunos episodios que en la temporada anterior). Es continuista, no hay duda, pero hila bastante bien con lo sucedido en la primera.
Esta segunda temporada pivota sobre dos tramas importantes. Por un lado, la de Once que poco a poco va creciendo como adolescente y empieza a sentir la necesidad de buscar su identidad, de buscar sobre su pasado, sobre su madre y sobre todo sobre quién era. Esa parte resulta muy interesante, ya que no sólo aporta al espectador más información sobre el personaje, sino que permite a la propia actriz, desarrollar más sus habilidades interpretativas. Quizá esta temporada, la interpretación de Millie Bobby Brown está a la altura de la de David Harbour, que sigue marcando un poco el listón de la serie en este aspecto.
Por otro lado, tenemos la trama del pequeño Will Byers. Ya al final de la primera temporada veíamos que no todo estaba perfectamente cerrado, sino que todavía seguía quedando una conexión entre el mundo real y el “otro mundo”, una conexión que seguía haciéndose a través del propio Byers. Aquí tiene mucho más protagonismo, sobre todo en el ecuador de la temporada y marca episodios decisivos (‘El espía’ o ‘El azotamentes’ son algunos ejemplos).
Estas dos tramas principales vienen acompañadas de otras algo más secundarias, pero igualmente terminan por rellenar una temporada tan amena o entretenida como la primera, donde, como comentamos, la aventura vuelve a tener protagonismo (episodios como ‘El renacuajo’ o ‘El azotamentes’ son ejemplos igualmente).
Si la primera temporada era un homenaje muy bien hilvanado a una época como los ochenta, esta segunda no se queda corta, volviendo a meter elementos icónicos de una época en donde las conspiraciones, los experimentos y los secretos de Estado estaban a la orden del día.
Prácticamente mantiene la calidad de la primera, y poco a poco va aportando más cosas que van enriqueciendo a la serie.
