Hablamos de un proyecto acariciado desde el año 2012, cuando el director Shawn Levy (responsable de la saga Una noche en el museo) iba a hacerse cargo del mismo. Finalmente cae en el “freak” Jared Hess, cuya prometedora carrera quedó relegado a aquella cinta tan reivindicada con el tiempo como es Napoleon Dynamite (2004).
El resultado de un proyecto acariciado desde hace muchos años, puede analizarse de distintos puntos de vista, pero sobre todo uno prácticamente en común, estamos ante un producto dirigido a un determinado público, por lo que resulta casi una obligada tarea, ya no familiarizarse con algunos elementos del universo cuadriculado de Mojang para poder “pillar” todos sus guiños, sino ser conscientes de que estamos delante de una producción infantil, sin ningún tipo de pretensión nada más que la contentar a su ‘fandom’ y… poco más.

Si uno espera de Una película de Minecraft una historia sobre un drama familiar y la forma en la que se utiliza este universo para salir de ese duelo… que se vaya olvidando. Es una película un tanto vacía, sí, pero es totalmente consciente de ello, y le da bastante lo mismo. Sus responsables han tenido muy claro que querían hacer y han seguido su hoja de ruta de muy buenas formas, lo cual es de agradecer. No se ha intentado modificar nada y siempre se toma su origen con mucho respeto.
Una película de Minecraft es cine absolutamente de evasión, pero como el 98% del cine que producen las plataformas. Podrá gustar más o menos, pero sinceramente, esto no se le debe echar en cara, no sería justo. Aun con este caparazón inerte que puede llevar, la película nos habla de muchos aspectos relacionados con la adolescencia y la niñez, como la creatividad, el trata de encajar bien o las relaciones con los hermanos/as. Hay algo, poco, dentro de todo este compendió audiovisual cuadrado.

Desde el punto de vista cinematográfico, tenemos una película que, visualmente, es muy atractiva, con un aspecto visual que captar perfectamente la esencia de Minecraft, ya no sólo por sus formas, sino por sus texturas y sus colores. Su guion no es especialmente un punto fuerte, es excesivamente simple, pero… ¿es necesario algo más? No se quiere un desarrollo de personajes, no se quieren conflictos, ¿qué hay de malo en ello?
En un mundo en el que el consumo de contenido audiovisual ha quedado prácticamente relegado a las pantallas de los móviles y prácticamente, a vídeos de 2 minutos, que Una película de Minecraft pueda parecer una sucesión de ‘gags’ (con más o menos gracia, esto ya entra dentro de cada uno) no debería llamarnos tanto la atención. Al fin y al cabo, estamos ante un producto muy propio de su generación. El tiempo, posiblemente le pase factura.

Por otro lado, el desarrollo de personajes es, posiblemente, inexistente. No nos generan empatía, no nos generan preocupación, no nos generan prácticamente nada… podríamos decir que son como NPC. La adaptación cada vez es más próxima a lo que se espera de una cinta que adapta un juego como este. Jack Black y Jason Momoa se zampan la película con sus (en ocasiones) histrionismos.
Una película de Minecraft puede llevar a extremos. O te hace gracia o no, o te gusta o no, o te parece buena o no, los términos medios no parecen entrar mucho en su diccionario. Pero busca entretener, y si entras en su particular universo, siendo (insisto) muy consciente de qué tipo de producto es, estás dentro.