Si que es cierto que, si echamos la vista atrás y le damos un pequeño repaso a obras anteriores de Reitman, Una vida en tres días pasa a ser una anécdota. El director parece haberse dejado llevar más por la estética y la imagen de la historia (muy bien cuidadas, por cierto) que por la propia historia, y convierte a la película en ocasiones, en un producto casi de sobremesa, sin arramplar por ello con la loable actuación de sus intérpretes.
Una vida en tres días, es una cinta extremadamente sencilla, y es ahí precisamente donde radica su principal virtud, en huir de cosas complejas, de romances laberínticos, de personajes con demasiada trascendencia… Una vida en tres días apuesta por una historia tan universal como simple. Eso sí, quizá no deberíamos esperarnos unas interpretaciones tan correctas. Tanto Brolin como Winslet no parecen despegar con sus personajes y se muestran muy comedidos.
Pero alejándonos de ello, la película está bien contada, bien narrada, no hay demasiado azúcar en sus líneas y a pesar de todo lo que pasa, el espectador queda bastante contento con el resultado. No es precisamente una obra mayor dentro de todo lo que ha hecho Reitman, pero tampoco se merece un ninguneo.
La película no crea demasiadas situaciones fuera de lo común o fuera de lo que ya hemos visto en otras cintas. Ésto no le supone ningún inconveniente, ya que Reitman prefiere centrarse en otros aspectos de la película y deja para el final, el supuesto “giro”.