El paso de Brian Taylor por MARVEL, con Ghost Rider: Espíritu de venganza (2011) parece haberle hecho relanzar su carrera hacia un horizonte un tanto distinto, aunque más próximo a los orígenes del cineasta, aquella espídica Crank: Veneno en la sangre (Mark Neveldine y Brian Taylor, 2006), donde la imagen resultaba extremadamente potente y casaba a la perfección en la loca historia protagonizada por Jason Statham.
Ahora, seis años después de su último trabajo, dirige su primera cinta en solitario, una violenta película con su particular humor negro y en donde la imagen también tiene su protagonismo.
A primera vista, la historia de Mamá y papá puede resultar un tanto peligrosa, demasiado transgresora, pero el toque de Taylor y su estética tan rompedora (si no has visto ningún trabajo anterior) la convierte en una película más disfrutable que hecha para pensar, aunque tiene un mensaje, como todo, claro.
Taylor, autor también del guión, nos habla del núcleo familiar, aunque con ciertos clichés, de cómo cambia la vida en familia, de cómo vivimos muchas veces sin detenernos a tener un poco de nuestro tiempo, habla incluso del sacrificio de los padres por sus hijos. Todo ello prácticamente desde el punto de vista de los hijos, que aquí son los protagonistas.
La cinta es muy entretenida si entras en su juego, y Taylor ha hecho un buen trabajo a nivel de ritmo, que prácticamente no decae en ningún momento. A esto ayuda también que su duración no es nada excesiva, y que los niños tienen su presencia importante, cumpliendo con creces el trabajo exigido. No es una cinta que nos haga pensar, también hay que decirlo.
Taylor además añade su característico humor, en ocasiones roza lo cómico y lo desagradable (como sucedía en algunos pasajes de la secuela de Crank, por ejemplo), pero siempre aporta a la historia algún detalle. No son golpes sangrientos gratuitos, en su mayoría.
El hecho de repetir con Nicolas Cage supone además un plus. El histrionismo del actor californiano enfatiza muchas veces, ese humor del que hablábamos antes. Aunque Cage hace años que dejo de ser un reclamo en los cines, su presencia aquí sin duda podría justificar ver Mamá y papá.
Secundarios como Selma Blair o Lance Henriksen (en un papel muy breve, casi podríamos decir que es un cameo), también están correctos, y en general la película no parece cojear demasiado.
Taylor ha optado por una estética casi de hace treinta años (los créditos iniciales son una delicia, la «happy family» donde parece que todo va como la seda), un ritmo muy bien dosificado, y aunque la película pueda chocar sin haber visto nada, se la puede dar una oportunidad, eso sí, dejándose llevar.