Stephen J. Cannell y Patrick Hasburgh crearon Jóvenes policías allá por finales de los ochenta, dando la oportunidad a nombres como Johnny Depp o Richard Grieco de lanzarse a la fama y, por qué no, al cine. Mientras Depp lo consiguió sobradamente, Grieco sin embargo quedó relegado a papeles casi de serie B. Su traslación al cine, aunque diferente en muchos aspectos, ha dado como resultado esta agradable comedia.
De alguna forma desconocida nos llega sin su título más conocido, Jóvenes policías, sin embargo con la idea de hacer más ventas, nos colocan un nombre que ya de por sí, chirría sobremanera y nos haría enseguida, huir de la sala. Afortunamente hay gente para todo y aun poniendo Infiltrados en clase, el público irá a verla sí o sí. En base a la premisa fundamental de la serie, jóvenes policías infiltrados en bandas de ladronzuelos, pequeños “dealers” o algo más serio, Infiltrados en clase utiliza esta materia prima para construir una cinta agradable, simpática y entretenida, eso si, no exenta de tópicos, gracias fáciles, chistes escatológicos y algún que otro guiño de índole sexual. Todo ellos mezclado en buenas partes, sin sobrarse en exceso.
Parte de esta mezcla simpática la tienen sus dos protagonistas. Jonah Hill parece haberse comedido tras su paso por un cine más sensato (nominación al Oscar incluida) y aquí se muestra sereno, no desfasa y hasta cae bien. Es el patito feo del dúo y para ponerse al lado a un Adonis, que menos que Channing Tatum, casi un todoterreno en los géneros y que podríamos decir que se lleva quizá la palma en casi toda la función, sin quitarle, por supuesto, el mérito a Hill.
Infiltrados en clase bebe también un poco del dibujo animado, y es que ni Lord ni Miller pueden esconder sus orígenes. Así nos encontramos con un arrollador montaje, en donde el apabullamiento (si se me permite el palabro) de imágenes totalmente hilarantes, nos descoloca y nos hace reír. Mención especial una persecución en coche, toda una muestra del frescor con el que se ha escrito este guión, obra de Michael Bacall (amante de lo retro también en Scott Pilgrim (2010)).
Si que es cierto que la película no desgrana nada especial, no desmonta teorías (sabemos cómo son y como han sido los jóvenes siempre) pero si alegra quizá una aburrida tarde o una noche agradable, como colofón de un día duro. Uno nunca sabe, pero a veces las comedias menos “medidas” son las que al final terminan por hacernos reír más. Cinta de humor fácil, poco rebuscado y ni mucho menos inteligente, que en el fondo también busca algunos valores morales como la amistad, la confianza en uno mismo o hasta incluso la justicia. Tampoco hay que mirar muchas capas, para ver que Infiltrados en clase simplemente es una de esas fiestas en las que sin necesidad de sustancias extrañas, te lo puedes pasar bien, aunque sea con algún que otro juego estúpido.