A.I. Inteligencia Artificial

A.I. Inteligencia Artificial

Artificial Intelligence: AI | 2001
14 de octubre de 2011
Una familia tiene a su hijo en coma, y para suplir su presencia, compran a David, un robot humanoide. El problema está cuando su hijo biológico despierta. Cruelmente el robot es abandonado en mitad de la noche. A partir de ahí, la vida de David cambiará totalmente.

Quizá sea A.I. Inteligencia Artificial (2001) la cinta que auna en un mismo título al Spielberg de hace unos años y al nuevo Spielberg que hoy conocemos. Y es que es innegable que este emotivo e intenso relato supone un paso de gigante como cineasta para él. Casi como si de una contemporánea versión de Pinocho se tratase, Steven Spielberg hereda de otro maestro (Kubrick) uno de sus proyectos más deseados, la adaptación del relato de Brian Aldiss Los superjuguetes duran todo el verano. Manteniéndose firme a sus pautas como realizador, y también a su particular forma de ver el cine, el director de Ohio firma una de sus cintas más completas, complejas y en donde parecen confluir todos los elementos que le han coronado como lo que es hoy en día.

Para hablar sobre A.I. Inteligencia Artificial es necesario tener presente que no es un filme ni de grandes efectos especiales (aunque los tenga la cinta no pretende mostrar tecnología) ni tampoco es una película de Stanley Kubrick (él simplemente adquirió la idea y pretendía llevarla al cine). Partiendo de estas dos afirmaciones se puede empezar hablando sobre su forma narrativa, donde encontramos a un Spielberg muy maduro (a pesar de que el guión no sea magnífico) y llevando las riendas de un estilo clásico de Kubrick, pausado pero con una fuerza interpretativa esencial.

Haley Joel Osment.

La película es básicamente un viaje en torno al personaje de David y su intento por descubrir su origen, quién es. Partiendo de esta premisa, se construye una espléndida película y un maravilloso discurso sobre la esencia humana, sobre qué es lo que nos hace ser cómo somos, dejando claro que la tecnología jamás estará a la altura de un ser vivo, por muy perfecta que sea (o parezca serlo). Desde esa afirmación tan rotunda que el director deja claro en varias ocasiones, asistimos a toda una serie de acontecimientos en los que David deberá madurar (como si de un niño auténtico se tratase) y se enfrentará a diversos pelígros que hasta incluso le producirán diversas sensaciones humanas (miedo, curiosidad, amor, pena…)

Apoyando el ejercicio, tenemos un espectacular reparto que, asombrosamente, está a la altura. La maña de Spielberg con los críos le ha resultado muy útil en su cruzada por hacernos creer que Haley Joel Osment es un niño robotizado. El chico está soberbio y no es de extrañar que su futuro se pintase bien, aunque luego se viera lo contrario. El “support” de los secundarios también está a la altura. Un frío Jude Law cuya similitud entre lo que es su robot y la esencia del robot (frío y ejecutor) es sublime. Lo mismo sucede con la actriz Frances O´Connor, figura totem en los primeros minutos de A.I. Inteligencia Artificial. Y es que una madre es insustituible.

Si Spielberg ha tocado la infancia a lo largo de su filmografía desde diferentes puntos de vista, ahora lo hace desde el más artificial que hay, el amor de un robot, y lo enfoca hacia una madre, sin duda una de las figuras más importante dentro de la historia, confusa y posiblemente odiada por muchos por su decisión precipitada de llevar a cabo las acciones que hace. No obstante, el realizador es totalmente consciente de lo que tiene entre manos y lo maneja con cautela como si de un potente explosivo se tratase, dotando a la narrativa de la película de un ritmo pausado pero para nada somnoliento. Su principal defecto o virtud, según se mire, es que o gusta o no, precisamente por este aspecto.

Pero la pega de A.I. Inteligencia Artificial reside, seguramente, en su dilatado final, al más puro estilo “blockbuster” y si se me permite “marca made in Spielberg“, y que quizá nos pueda sacar de la historia en el tramo final. Resulta pues inexplicable por que nos cuenta durante dos horas una historia tierna, enternecedora y bella y acaba coronándola con unos veinte o veinticinco minutos de explosión visual camuflada con escenas dramáticas que bien podrían haberse contado de otra forma más sencilla y menos metafórica. Pero ésto no merece lapidar el resto de la película.

Es pues uno de sus mejores trabajos (de los imprescindibles de ver, me atrevería a decir) y llena al espectador más avispado de ciertas emociones (tanto de odio como de ternura) que posteriormente justifica con escenas que quizá no debieran alargarse tanto (esa especie de “carmageddon de robots”), y otras que deberían ser más largas, como la relación entre el chico y su padre adoptivo, muy poco explotada, quizá. Por lo demás la película es espléndida se mire por donde se mire, tanto en su fotografía, efectos especiales o puesta en escena, lo demás queda a merced del espectador. Enhorabuena Steven has conseguido honrar a uno de los grandes.

Una película espléndida se mire por donde se mire.
10

+Info
Dirección
Steven Spielberg
Guion
(sobre el relato de Brian Aldiss)
Steven Spielberg
Dirección de fotografía
Janusz Kaminski
Música
John Williams
Montaje
Michael Kahn
Formato
1.85:1
Nacionalidad
USA
Duración
146 minutos
Distribución
Warner Bros. Pictures
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