Que la nueva película como director de Mel Gibson haya pasado muy desapercibida, posiblemente no sea nada bueno. Aunque se haya leído por ahí que ha sido el propio Gibson quien ha querido pasar “desapercibido” en la promoción, cualquier título con su nombre en los créditos siempre despierta cierto interés. Han transcurrido nueve años desde su último largometraje tras las cámaras, fue con Hasta el último hombre, desde entonces se ha dejado ver en algunas cintas muy menores y ha estado inmerso en la pre-producción de las secuelas de La pasión de Cristo (2004), con fecha de estreno prevista para el próximo 2026 para la primera parte de ellas.
Pero mientras hay que seguir pagando facturas y comiendo y para eso Gibson se ha embarcado en proyectos como Secuestro en directo (Romuald Boulanger, 2022) o Misión Panamá (Mark Neveldine, 2022) por mencionar algunos de los títulos que le han permitido seguir en la industria pero que, cinematográficamente, no le han aportada absolutamente nada más que rédito económico.
Regresa a la dirección con este thriller de altos vuelos (el cliché que podría decir cualquiera) protagonizado por Michelle Dokery y Topher Grace. Sí, no por Mark Wahlberg, como aparece en los carteles, cuya presencia en pantalla va de más a menos y con menos protagonismo que los anteriormente citados.
Amenaza en el aire es una película con pequeños detalles interesantes (que toda la historia transcurra dentro del avión, por ejemplo), pero que en conjunto se la ve que cojea bastante, sobre todo porque se nota un presupuesto muy ajustado y un nivel técnico bastante modesto (por decirlo de una forma algo más correcta). Son dos elementos que, combinados, pueden sacarte de la película minuto sí, minuto también. Su extrema sencillez apenas deja lugar a que el espectador teorice o piense que le van a sorprender en algún momento. Si algo no hay en Amenaza en el aire, es sorpresa.
Trata de moverse entre dos terrenos, el de la acción y el del thriller. En el primero lo hace, pero con tan poco tiempo que las escasisimas escenas de acción se pasan en un suspiro y, tranquilos, no sufriremos demasiado por los protagonistas. Desde luego como producto de acción, la película no funciona. Al mismo tiempo, lo mezcla con un thriller sobre corrupción, protección de testigos… una mezcla que no termina de fraguar y que se diluye conforme avanza la película.
Su trío protagonista, al menos, da la talla. Aunque Wahlberg esté desfasado y muchas de sus escenas resultan casi hilarantes (por lo imposible que pudieran parecer), al rescate aparece Michelle Dokery, a quien hemos visto en la serie Downton Abbey y recientemente en la cinta de Zemeckis Here (Aquí), junto a Tom Hanks. Dokery salva los platos con un personaje fuerte, con clichés (esa redención de un trauma pasado) pero que logra sostener prácticamente el vuelo en toda la cinta a pesar de su inexperiencia en el género.
Y cierra el reparto (no hay muchos más) Topher Grace, actor que siempre ha sido considerado para secundarios interesantes y que por lo menos aporta la parte débil de la pareja protagonista. El sobre quien gira toda la trama, pero eso a él no parece importarle demasiado.
Amenaza en el aire deja respirar, no agobia, no crea tensión, parece estar hecha con “cuatro duros” y su reparto está correcto sin pasarse. El resultado es una cinta que, muy posiblemente se la olvide con el paso de los meses, a pesar de tener a Gibson como director. Lo dicho, hay que comer.
