Érase una vez un reino en el que vivía la pequeña Blancanieves, de belleza sin parangón. Su madrastra ordena acabar con ella y así evitar que su belleza se corrompa con el tiempo. Pero no contará con el apuesto cazador y los valientes enanos. Un giro distinto al clásico cuento para niños.
Lastrada por el éxito de la saga Crepúsculo, parece que cualquier título que lleve a Kristen Stewart en el reparto se examina con lupa y, si es posible, arrastra a una legión de jóvenes lectoras/lectores de novelas para adolescentes. Y es que es innegable que esta cinta, sin su presencia, quizá pasaría bastante más desapercibida. Aunque no es precisamente la aportación de Stewart lo que más destaca en este desaguisado visual, sino la de su némesis en la gran pantalla, una Charlize Theron que, volviendo a interpretar a la mala de turno, hemos podido comprobar cómo se ha desenvuelto como pez en el agua. ¿Será quizá una actriz muy apta para papeles de mala? El tercero en discordia es uno de esos actores de moda que, gracias a su personaje en Thor (2011), parece haberse convertido en el nuevo galán de Hollywood, obviando que a Hemsworth todavía le faltan muchas tablas. Eso sí, el chaval apunta maneras y siempre viene bien renovar la sangre en esta industria.
Blancanieves y la leyenda del cazador trastoca para adaptar a estos tiempos que corren, el cuento clásico, pero conservando de alguna forma, elementos originales de la historia, tales como personajes o la clásica manzana (escena que quizá se la debiera haber dado más protagonismo dada su popularidad). El resultado se aproxima más a un pretencioso producto épico con efectos de videoclip modernito que a una cinta seria sobre el clásico cuento del príncipe destronado, que en resumen, es lo que viene a contarnos Sanders en su primera gran superproducción. No quita esto para que no sea un estreno importante en su carrera, pero al menos como cinta original, no tiene tampoco mucho por donde agarrar. Se notan, quizá, ciertas carencias típicas de un director novel, como por ejemplo algunas escenas de acción, rodadas con más torpeza que acierto.
Su, a veces, forzada estética que pretende evocar sensaciones y transmitir ambientes, queda sobreexpuesta ante una floja trama que hasta incluso no nos hace simpatizar con los personajes, en donde hasta nos da lo mismo lo que le pase a la protagonista. Si hemos llegado hasta aquí, la cosa se merece algo más. Pero no, Sanders resume su película en un final que siendo tan soso y corto, en realidad es bastante acorde a lo que hemos visto con anterioridad en sus más de dos horas innecesarias de metraje.
Podríamos salvar de la quema su presupuesto y por ende, su visión en pantalla, que se transmite en una esmerada ambientación, unos efectos especiales solventes y un nivel técnico (no narrativo) a la altura de una cinta de sus características. Pero por lo demás no deberíamos dejarnos embriagar por su artificio, sino estar tranquilos de que para muchos, la inocencia de esta dulce princesa sigue a buen recaudo en manos de Walt Disney.