Siempre la frase “Basada en hechos reales” suele ser sinónimo de historia que nos llega hasta dentro. Camino a la libertad no es menos y gracias al buen hacer de su director, Peter Weir, su historia resulta tan intensa como inspiradora. La espera ha merecido la pena. Han sido necesarios casi ocho años para que volviéramos a disfrutar del cine de uno de los grandes directores que ha dado el cine. Peter Weir, normalmente ignorado por el público (salvo honrosas excepciones) sabe matizar bien cada paso y cada elemento de la historia, incidiendo mucho en lo humano y lo que eso conlleva. Para Weir el ser humano siempre es débil y a pesar de todos los impedimentos que se le pongan por delante sabe luchar contra ello y sabe salir adelante.
Una cosa siempre ha quedado clara en las películas de Peter Weir, el ser humano es débil pero a la vez fuerte. Camino a la libertad es una clarísima muestra de que su director sigue en forma, a pesar de que haya tardado mucho tiempo en retomar las labores de dirección, quizá hasta que hallase una historia/película que le llenase como cineasta y como ser humano. Patente queda también su interés por las gestas humanas, sus defensas sobre los principios (propios de cada uno, claro) y sobre lo que suponen esos viajes interiores en ellos.
La costa de los mosquitos (1986), El show de Truman (1998) y Master and Commander (2003). Son tres títulos de los más conocidos del director. En ellos se plantea la lucha del ser humano, del hombre, contra vicisitudes de la vida, bien sea una selva y el capitalismo (como es la primera), una falsa vida y quienes la han hecho posible (la segunda), o el hombre contra el hombre en una doble decisión, luchar o sobrevivir, en el caso del tercer título. Camino a la libertad vuelve a poner al hombre como ser débil en una brutal lucha por llegar a la libertad, sorteando a la naturaleza.
Apoyado en todo momento por un electo actoral soberbio (sí, incluyo a Colin Farrell), Camino a la libertad es un canto a ella misma. Una odisea épica, enorme y hasta increíble. Desgraciadamente se notan ciertas carencias en ella, la mayoría de ellas relacionadas con su ritmo. Sí, hay diversos “tajos” en el montaje que hacen sospechar ciertas exigencias por parte de algún que otro ejecutivo (quien sabe). Un recortado montaje que Weir logra arreglar de cierta forma, pero que no deja de chocar, sobre todo en su recta final. Gracias a la espléndida fotografía y a una emotiva música, Camino a la libertad deja cierta impronta si nos dejamos llevar por sus personajes, con los que uno, finalmente, termina simpatizando.
Weir lo tiene fácil, juega con convencionalismos y clichés, y la historia es fácilmente emotiva aunque si somos sinceros, la película no llega a emocionar del todo, falta más complicidad entre personajes y espectador (seguramente los cortes en el montaje tengan algo que ver). Espléndida muestra de que el director puede darnos más joyas como ésta. Su excesivo metraje, el ritmo pausado (no lento, cuidado) y los escasos diálogos puedan ponerla en contra de muchos. Se la puede achacar que “no pase nada”, pero la esencia de Camino a la libertad pasa en el interior de cada personaje, su lucha por llegar a su destino. Esa sutileza es lo que la hace diferente.
Retrato humano de la esperanza, de las ganas de vivir. Un maravilloso retablo de escenas inolvidable, paisajes espectaculares (que se vea la mano de National Geographic de por medio), con un reparto espectacular (Ed Harris tiene que tener un Oscar, ya). Peter Weir deja claro que su nombre no se olvidará tan fácilmente. Sólo espero que no haya que aguardar otros siete años para encontrarnos con una historia tan maravillosamente rodada como ésta.