La familia, según la R.A.E. grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas. Quizá una definición un tanto caduca a día de hoy, pero igualmente válida. Como punto de partida, la familia ha sido en muchas ocasiones, referente de historias en el cine que han ensalzado o han reflexionado sobre ella. En distintas culturas, la familia es considerada de una manera o de otra, pero su significado siempre está unido al concepto de unión.
La primera película de la directora Alauda Ruíz de Azúa (Baracaldo, 1978) habla de la familia, de sus relaciones y de cómo se enfrentan a determinadas situaciones, teniendo en cuenta pasado, presente y futuro.
No hay duda de que el drama social suele ser apuesta ganadora para el público en general. Aunque esta película no sea, en esencia, un drama social, sí que toca algunos aspectos sobre la conciliación, sobre la maternidad que bien podrían encuadrarse en los estándares de ese género. La película habla sobre todo de la familia como unión, como un ente que se retroalimenta, como grupo social.
Haciendo mención a su título, los cinco personajes (4 y la niña pequeña) representan las piezas con las que la directora y guionista, construye esta intensa historia. Resulta inevitable verse reflejado en ciertas situaciones (quien más quien menos que haya sido padre o madre, lo entenderá), pero hay varios factores que levantan la película, convirtiéndola en una pequeña joya.
Planea sobre toda la película, o prácticamente sobre sus dos tercios, una sensación de carga, que se traslada a los personajes, a todos ellos. Cada uno tiene sus cargas, pero no hay duda de que la protagonista es quien parece tener que llevarlas todas. Ya no sólo con el hecho de ser madre primeriza y todo lo que eso conlleva, sino también tiene que lidiar con su pareja, con su madre y con su padre. Todos ellos plantean sus puntos de vista, casi siempre desde una postura un poco egoísta, y es el personaje de Amaia quien tiene que encajarlos sin derrumbarse, aunque no resulta nada fácil.
Laia Costa está especialmente intensa, en un papel sumamente dramático y que exige a quien lo interpreta, ciertas cualidades. La acompaña Susi Sánchez, actriz de portentoso talento que aquí refleja la figura de la madre fría, de una madre casi sin apego hacia su hija, a la que constantemente parece exigir y no prestarle demasiado su apoyo. Hay momentos en los que el personaje resulta un tanto irritante. Pero no hay duda de que la interpretación de Sánchez, es rotundamente magnífica. Tampoco nos quedamos sin elogios para Ramón Barea, actor de más que inconmensurable talento, con una trayectoria magnífica y diría que hasta infravalorado y poco reconocido. Barea, que siempre aporta naturalidad y genialidad con pequeños toques de humor, está inmenso. Cierra el grupo Mikel Bustamante, interpretando a la pareja de Amaia, un personaje con el que empatizamos a pesar de que muchas de sus decisiones no sean demasiado acertadas. Tiene muy buen corazón, y una paciencia increíble.
Cinco lobitos es una película altamente recomendable, con personajes dolidos, casi faltos de amor, pero que entre ellos se aman irremediablemente. Una frescura interpretativa magnífica, unas interpretaciones contenidas y equilibradas, y una historia que poco a poco va tocándonos la fibra.
Puede resultar un tanto excesiva en cuanto a su metraje, y es que el último tramo final, aunque necesario en el drama que cuenta, se hace un tanto largo y parece dilatar una obra prácticamente redonda.
Espléndida carta de presentación de Alauda Ruíz de Azúa que nos atrapa con una historia llena de emociones, de momentos duros, intensos, de personajes marcados. Pero sobre todo es una historia sobre la familia y su significado, sobre la necesidad de ayudarnos los unos a los otros, de tratar de sanar el pasado y de poner la vista en el futuro, aunque eso nos cueste luchar a diario.
