Resulta cuanto menos curioso que el mismo año en el que nos deja William Friedkin, director de El exorcista (1973) se estrene esta especie de secuela canon (¿?) en donde se trata de continuar lo sucedido, a través de otra historia, para dar a entender que el mal se repite en el tiempo. El principal problema es que superar la obra maestra de Friedkin es prácticamente imposible, por mucho Jason Blum que seas y por muchos millones (400) que te hayas gastado en comprar los derechos. Incluso el propio Friedkin ya advertía que retomar la saga no sería una buena idea (por decirlo con buenas palabras).
Parece que el productor Jason Blum está obcecado en trata de reinventar los clásicos del terror. Lo ha intentado en varias ocasiones, y casi siempre ha terminado mal, seamos sinceros. Su compañero de fechorías, David Gordon Green también es cómplice de intentar arrebatar de la cultura popular, iconos del cine de terror. ¿Qué necesidad hay? Además, por lo general, sus visiones distan eones de las cintas originales, ya no sólo porque el tiempo pasa, sino por su intento de tratar de enganchar a un público nuevo con ellas, en vez devanarse los sesos tratando de buscar nuevas ideas.
Podemos pasar que gracias a sagas como Paranormal Activity, Insidious o La purga, Blum haya conseguido reciclar bastantes cosas, y por qué no, dar algún que otro soplo de aire fresco al género, es loable. Pero siempre es recomendable reinventarse porque al final uno termina quemando la gallina de los huevos de oro, y está claro que, en esas tres sagas, ya ha habido y hay, contundentes signos de desgaste. Es un aviso a Blum y sobre todo es un aviso al género, cuyas pequeñas joyas suelen encontrarse en producciones algo más modestas.
Tomando como base la cinta de Friedkin, que no es que la fusile o la plagie (faltaría más), Gordon Green vuelve a hacer alarde de su plana dirección, con una historia que podría resultar un buen punto de partida, pero que resulta en su conjunto bastante aburrida y tópica. Sacar petróleo de un subgénero como es el de las posesiones infernales, es bastante complicado (hay ejemplos, contados), pero si encima tiras del elemento nostalgia para atraer a las masas, está claro que tu producto no es del todo una maravilla. Su guion no destaca, es sumamente plano, con muchas situaciones resueltas con calzador.
Y así pasa, que en esta El exorcista: Creyente (David Gordon Green, 2023) prácticamente no encontramos el terror. Encontramos el mal, que menos, pero si pretendemos que nos mantenga con ese desasosiego con el que lo hacía la película de 1973, podemos ir olvidándonos, porque la película está más cerca del thriller de posesiones que del terror. Nos conocemos todos los artilugios, los trucos… ya no nos sorprende y la cinta se vuelve plana y bastante común. No hay demasiadas cosas destacables salvo el nivel técnico en donde, por lo general, Blum y sus amigos, se suelen dejar el dinero.
El reparto está correcto, no hay demasiados rostros conocidos. Que la aparición de Ann Dowd sea, posiblemente, lo más interesante, ya lo dice todo. La actriz a la que odiábamos en la serie El cuento de la criada consigue levantar momentos puntuales de la película, pero a través de un personaje absolutamente desconcertante, con un recurso tan torpe como sacado de la chistera, simplemente para justificar algunas acciones. Por favor, ni siquiera se han inventado un nombre para ella.
A pesar de contar con el factor nostalgia, a través de Ellen Burstyn (otro personaje que poco o nada aporta a la historia) El exorcista: Creyente sigue resultando una película fallida en su mayoría. Y lo peor de todo es que en el contrato millonario de Blum se incluyen dos secuelas más… aunque ésta se la haya pegado en taquilla. Desde luego el cine no está en su mejor momento.
