Última entrega de esta trilogía sobre el personaje de Ludlum, y de nuevo repiten la dupla Damon-Greegrass, tras las buenas críticas y aceptación de El mito de Bourne (2004). En cuanto a dirección, no hay prácticamente cambios, y esta nueva cinta supone un ejercicio continuista con respecto a su antecesora. En este aspecto poca novedad vamos a encontrar.
Robert Ludlum publica en 1990 El ultimátum de Bourne, tercera entrega sobre este agente reclutado en un programa especial de la CIA y que en cine se ha adaptado en numerosas ocasiones. Greengrass heredó en 2004 la dirección de Doug Liman, dando a la saga un cambio a nivel de ritmo y estética, que le hizo bastante bien.
En esta tercera entrega, que cierra una trilogía inicial, la dirección de Greengrass vuelve a ser clave para darle a la película un ritmo frenético, articulado sobre todo en tres espectaculares escenas de acción impecablemente rodadas, con un pulso firme y con una planificación y montaje, absolutamente magníficos.
Tánger, Londres y Nueva York, sirven de escenario para tres grandes secuencias, donde Damon vuelve a demostrar sus condiciones a nivel de ‘action man’ más que solventes. De las tres, quizá la que sucede en la estación de ferrocarril de Waterloo (Londres) es una de las más interesantes, puesto que huye bastante de todo el artificio espectacular de vehículos y explosiones.
El ultimátum de Bourne podría incluso unirse a la anterior película y conformar un larguísimo largometraje de más de tres horas, puesto que las acciones pasan, prácticamente correlativas en el tiempo. Esta idea hace que la trama, prácticamente no se interrumpa.
Pero detrás de toda la coraza que tiene la película también encontramos cosas nuevas. Ya no sólo la búsqueda de la verdad, y de los orígenes de Jason Bourne, sino otros temas como la redención (ya se hacía mención en la anterior) o el poder de los organismos sobre el control de información, muy bien reflejado en subtrama del periodista de The Guardian Simon Ross.
Ludlum era consciente de sus mensajes y Greengrass mantiene ese discurso, todo ello bien decorado con un desenlace en las calles de Nueva York frenético y, atropellado, en algunos momentos. Aunque la película no destaque precisamente por aportar nuevas ideas, su potencial se basa, principalmente, en despejar más incógnitas sobre el personaje y sobre los que le rodean, aportando más información sobre el pasado de éste.
El ultimátum de Bourne puede ser un buen broche final para la trilogía, pero corre el riesgo de mantener un listón demasiado alto y quedarse en eso. Estará por ver qué más nos pueden ofrecer tanto personaje como director, porque está claro que Matt Damon poco tiene que demostrar sobre él, prácticamente se ha mimetizado con Bourne.