Charles Addams publicaba en el New Yorker, una serie de tiras cómicas protagonizadas por una peculiar familia. Obsesionados con la muerte, el dolor y el mal, La familia Addams fue un filón que David Levy no dudo en aprovechar y, allá por los sesenta, produjo en formato de serie de televisión. Muchos años más tarde, Barry Sonnenfeld adaptaba para la gran pantalla a estos curiosos personajes. Tras La familia Addams (1991) la siguió una secuela, La familia Addams: La tradición continúa (1993), también con Sonnenfeld como director y con el mismo reparto. También ha tenido dos series de televisión, una de animación y otra de acción real, y un infame intento a finales de los noventa, de resucitar la saga con La familia Addams: La reunión (Dave Payne, 1998).
Por tanto esta nueva visión sobre los personajes trata de arrojar más información sobre ellos, sirviendo como una especie de “begins” para los niños, en donde se nos cuenta un poco el origen de ellos. Su nuevo hogar, casualmente, se encuentra al lado de una lujosa ciudad. Los habitantes de ésta son a su vez protagonista de un programa de televisión, liderado por la megalómana Margaux Needler, que no los acepta como nuevos vecinos.
Una de las cosas que más llama la atención de este nuevo producto es su dibujo. Es de lo más original que se ve últimamente (quizá comparte algunas similitudes con producciones de Sony) y le da a la película un aire desenfadado que le pega mucho. No hay orden en La familia Addams, pero es que tampoco lo necesita para contarnos lo que quiere contarnos.
Y es que detrás de una sencilla (y quizá simplona historia) hay mucho más. Sí, es una película orientada más al público infantil que adulto, pero por ello no olvida detalles tan actuales como interesantes. Y su miga tampoco se queda atrás, tratando temas como el “bullying” o los prejuicios que tenemos.
La familia Addams es una película simpática, para nada se hace pesada o larga, tiene una duración justa y su humor tan blanco (aunque a veces es un poco cruel) la convierten en un producto idóneo para los más pequeños.
No podemos dejar pasar la cantidad de guiños a películas que tiene (It, Poltergeist, Sleepy Hollow, En busca del arca perdida…). Guiños tamizados para que los pequeños los entiendan pero que no pierden la esencia de su origen y además no están metidos con calzador. Y de aquí pasamos a su guión, bien trazado y llevado en donde se nos cuenta algo más de los personajes y hace cómplice al espectador en todo momento, sin sacarlo de la historia.
Como película de niños, necesita de un ritmo que no permita despistes, y La familia Addams, sin ser atrevida o “espídica”, va llevando la trama con tino y buen hacer. Nos habla de temas como la necesidad de tener raíces, o sobre las tradiciones familiares. También hace hincapié en las redes sociales, en cómo influyen en nuestras vidas, o en la imperiosa necesidad humana de pertenecer a un grupo para tener esa sensación de que somos parte de algo.
Es una película con mucho humor, con mucho mensaje y que no pierde la esencia de los personajes. No se pierde en discursos moralistas (no lo necesita y no lo quiere), y su encanto reside sobre todo en dos aspectos. Como hemos comentado, en su dibujo, simple pero original; y por otro lado en el tono de la película, que aunque quizá echemos en falta algo más de mala baba, no hay que olvidar que es una cinta para niños y se necesita tamizar algunas cosas.
Muy entretenida y muy simpática, sin duda es una buena opción para el entretenimiento.