No se le puede achacar que no ha tocado prácticamente todos los géneros a Guy Ritchie. El británico comenzó su carrera erigiéndose como uno de los directores de cine independiente con más proyección de su generación, con títulos tan emblemáticos como Lock & Stock (1998) o Snatch. Cerdos y diamantes (2000). Descubridor, prácticamente de actores como Jason Statham, Vinnie Jones o Stephen Graham, con los años se ha “pasado” al bando de los ‘blockbusters’ y desde entonces ha tocado varios palos, incluso el musical (Aladdin (2019)).
Este director, además ha tenido la suerte de que por lo general, aunque ahora ya no tanto, crítica y público iban de la mano cuando se trataba de hablar de sus películas. Y de su paso por el género de aventuras (con las dos entregas de Sherlock Holmes o Rey Arturo: La leyenda de Excalibur (2017)) Ritchie ha decidido que es hora de volver a ese género, por su capacidad para entretener tanto a adultos como a adolescentes.

La fuente de la eterna juventud es una cinta que podría haberse estrenado perfectamente en salas. Pero Ritchie sabe bien que las salas cada vez atraen a menos público (salvo que hagas cine de superhéroes, claro) y sus diversas alianzas con plataformas le han llevado a convertirse casi en un asiduo, camino que, desgraciadamente parece llevar también, por ejemplo, Martin Scorsese.
Una leyenda tan conocida como la fuente de la juventud, que ha sido tocada en varias ocasiones (Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (Rob Marshall, 2011) o The Fountain (Darren Aronofsky, 2006) sirve de excusa para hacernos revivir ese cine de aventuras de los noventa y principios de los dos mil, en donde títulos como La momia (Stephen Sommers, 1999) o La búsqueda (National Treasure) (Jon Turtletaub, 2004) hacían buena taquilla e incluso generaban sagas. Con esas mimbres, ésta que nos atañe nos presenta al héroe de corte clásico en donde confluyen aspectos como picardía, romanticismo o humor, capaz de sobrevivir a diversas situaciones, siempre tomándoselas con humor y con cierta socarronería. Aquí, encarnado por un ‘buen rollero’ John Krasinski que lleva con muchísima dignidad y buen hacer, este personaje.

La historia, que siempre apela en varios momentos al espíritu de aventura, tanto de forma literal como en forma de metáfora vital, nos va llevando por varios escenarios del mundo (como si de una cinta de Indiana Jones se tratase) en donde se nos regalan algunas ingeniosas ‘set pieces’ de acción simplemente correctas, con poco artificio (Ritchie tampoco es muy amigo de los excesos en este aspecto).
Pero dentro de todo este empaque, repito, bastante bien tirado y producido, tiene algunas carencias que, incluso a día de hoy, no se han corregido desde hace veinte años. Por poner un ejemplo, el villano/villana de turno no es que sea demasiado intimidante, que digamos. Quizá el Arnold Vosloo de La momia era mucho más ‘malrollero’. Aquí hasta en ocasiones te resultan simpáticos, porque la película tampoco busca que el espectador genere sensaciones malas mientras se lo pasa bien.

La fuente de la eterna juventud es un ejercicio sencillo, bien hecho, quizá algo largo (con media hora menos, la cosa estaría más equilibrada), un guion repetitivo en muchas cosas (nada nuevo, también), pero sumamente entretenida. Todo un producto de absoluta dispersión y disfrute.
Parece que Ritchie está algo «enfadado» con el público de las salas y últimamente sus películas van directas a plataforma (El pacto (2023) o El ministerio de la guerra sucia (2024)). Pero en este caso, casi podríamos asegurar que si La fuente de la eterna juventud se hubiera estrenado en salas, habría hecho una taquilla más que aceptable.
Es un estreno exclusivo de AppleTV+.