Segundo trabajo de la directora australiana Jessica M. Thompson, bastante diferente a su primera obra, el drama La luz de la luna (2017). En esta ocasión, Thompson se decanta por una historia que deambula entre el thriller y el terror, con ciertos toques románticos que no parecen encajar demasiado bien en la película.
Resulta un poco complicado hablar de La invitación (no confundir con la fantástica cinta del 2015 dirigida por Karyn Kusama) y no desvelar mucho sobre su trama. Sin ánimo de hacer ‘spoiler’ podríamos decir que es una historia que mezcla varios géneros y que aunque trata de decantarse un poco por el terror, lo cierto es que es excesivamente ligera en este aspecto.
La historia si que podría resultar cuanto menos algo original, pero su desarrollo se hace un poco lento e incluso da demasiada importancia a aspectos que, posteriormente, no dan demasiado peso a la historia (sobre todos los relacionados con la historia de amor entre la protagonista y el personaje masculino principal, interpretado por Thomas Doherty).
Aunque La invitación quiere ser algo original, y lo consigue a veces, cuando intenta apostar por el terror, se cae por su propio peso, sin sorpresas, todo demasiado previsible y al final nos queda que, la idea en conjunto, está bien, pero su ejecución resulta de lo más estándar.
No importa el no contar con actores de peso, aunque si conocidos, es sobre todo su puesta en escena y su ritmo, lo que la lastran en general, sin llegar a conectar cien por cien con el público y toda la función se olvida a los pocos minutos de terminarla.
Un final atropellado, un desarrollo demasiado largo y con detalles poco importantes… definitivamente no estamos ante un producto memorable. Podría pasar como entretenimiento para una tarde, pero desde luego no es una película que deje excesivo poso.