El director James Wan no había vuelto al terror desde que dirigiese la secuela Expediente Warren: El caso Enfield (2016). Un género en el que se desenvuelve como pez en el agua, y que además de darle a conocer, le ha dado muchísimas alegrías tanto a nivel de críticas como a nivel de rentabilidad para Warner (con quien casi siempre suele trabajar).
Octava propuesta de Wan dentro del terror, esta vez con una cinta que cruza en más de una ocasión la línea con el suspense. Y es que realmente Maligno es más una historia de este género que una película de terror, a pesar de que el propio director no da concesión en cuanto a violencia y sangre se refiere. Es por eso que muchos se han adelantado a calificarla como una especie de ‘giallo’ moderno.
Como casi todo su cine, es más, seguramente hasta él y su público sean conscientes, la cinta no se salva de tópicos, que una vez más vienen bien para el disfrute del personal. Pero dentro de lo que cabe, la cinta nos proporciona algún que otro elemento interesante a nivel de realización, e incluso aprovecha con estilo, la tecnología para que la historia avance y no sean una mera decoración.
Aun con todo eso, hay que agradecerle a Wan su intención, y su capacidad de tratar de reinventarse con una película como Maligno y con su estilo. Más acostumbrados a productos de digestión (e indigestión) rápida, quizá este título venga a poner algo distinto, aunque no se salva de tópicos.
James Wan e Ingrid Bisu (actriz y guionista) se encargan de la historia, mientras que el guion corre a cargo de Akela Cooper, muy conocida en la televisión en donde ha escrito textos para series como Grimm (2012) o Luke Cage (2016). En este caso, la historia es bastante sencilla, a pesar de que prácticamente desde su comienzo uno puede atisbar el desenlace. Tiene algún que otro momento interesante, pero no es una cinta que se caracterice por tener un guion con demasiadas… sorpresas. Pero también tiene otras escenas que lo salvan de la quema.
Llama especialmente la atención que Joseph Bishara, con quien Wan suele trabajar prácticamente siempre, ha compuesto una banda sonora bastante más armoniosa que las que estamos acostumbrados a escuchar de él. Otro punto a favor de una película que, como casi cualquiera que se hace hoy en día, no puede escapar de esa molesta moda de tener un final en el que parece que se impone la necesidad de dejar abierta la historia por si, en un futuro, a los productores les faltase dinero o imaginación a los guionistas y hubiera que hacer una secuela. Una vez más Hollywood deja claro su imperiosa necesidad de reciclaje o estirar el chicle aunque no sea necesario.
Cinta bastante irregular, algo atrevida, con el sello Wan pero que flojea en muchos aspectos de su guion, al que se le ven las costuras casi desde el inicio. A pesar de todo, Maligno es disfrutable siempre y cuando se conecte con Wan, algo que a muchos nos cuesta horrores.