Kenneth Lonergan, nominado varias veces a los Oscar como guionista (Puedes contar conmigo (Kenneth Lonergan, 2001) y Gangs of New York (Martin Scorsese, 2003)) se ha encargado de escribir igualmente y de dirigir Manchester frente al mar, cinta protagonizada por Casey Affleck. Un drama bastante conservador (no en cuando a ideales) que presta especial atención a dos aspectos interesantes, la relación entre padres e hijos, y el pasado de cada uno.
Manchester frente al mar ahonda en la historia de Joe, interpretado por un casi siempre impertérrico Casey Affleck, del clan al que también pertenece Ben, su hermano. A pesar de lo contenido de su interpretación, si que quizá nos pueda parecer un poco frío en su ejecución, pero poco a poco, conforme se desvela la trama, podemos ver cómo su actitud tiene una justificación.
Affleck realiza un buen papel, posiblemente elevado a los mejores de su ya dilatada carrera, y su nominación al Oscar, su segunda, sea un aviso de que para él la interpretación está por encima de un apellido más que conocido en Hollywood.
Gracias al montaje de Jennifer Lame (tanto el imagen como en sonido), podemos ser testigo de numerosos episodios en la vida de Joe, aunque no hay que estar demasiado atento para poder ser capaces de distinguirlos del presente. Joe es un personaje cansado de vivir, pero que necesita vivir.
Lucas Hedges, se encarga de poner rostro a Patrick, el sobrino adolescente (con las cosas de los adolescenes, sexo, chicas, peleas…) que no parece aceptar del todo la idea de que su padre ya no esté, al igual de que tampoco es muy partidario de irse a vivir con su madre, a la que no ve desde hace unos años.
Quizá Joe y Patrick, a pesar de chocar en muchas cosas (muy bien reflejadas, por cierto), se necesitan mutuamente para sobrellevar su pasado, las cargas que tienen de su vida. Además, siendo la única conexión que queda de sus familias, hasta ellos mismos temen que si se alejan el uno del otro, no vuelvan a verse nunca más.
El guión de Manchester frente al mar no termina de emocionar, no termina de tocar la fibra, a pesar de sus continúos ataques. La película mezcla muy bien ciertos toques de humor (sobre todo por parte del joven Patrick) con escenas emotivas, pero no terminan de ser lo suficientemente intensas como para verlos reflejados.
Es esa delgada línea entre lo cómico y lo dramático con lo que juega Manchester frente al mar en más de una ocasión. Aún así y a pesar de su excesiva duración, la película llena y logra en momentos puntuales, sumergirnos dentro de la historia, pero siempre con cierta distancia.