Brad Pitt encabeza el reparto de una película basada en hechos reales. Hollywood vuelve a las historias de superación, a los mitos y a las estrellas con esta cinta de Bennett Miller. No es una película sobre béisbol y tampoco es un título biográfico. Moneyball: Rompiendo las reglas merece una oportunidad.
Habría que evitar comentarios o prejuicios del tipo “si no te gusta el béisbol” o “si no conoces el béisbol” antes de ver esta cinta, puesto que quizá el deporte sea únicamente una excusa para contarnos la historia de superación de Billy Beane, un hombre que creyó absolutamente en su sueño.
Cine y deporte rara vez suelen visitar las carteleras de forma inteligente. En esta ocasión, podemos confirmar que Moneyball: Rompiendo las reglas es una de esas cintas en donde el deporte no es más que una simple excusa para ensalzar otros valores humanos, en este caso, un auténtico sueño, el de llevar a un equipo modesto hasta lo más alto.
Con algunos ejemplos en la vida real (no sólo sobre el que se basa la película), los aclamados guionistas Steven Zaillian y Aaron Sorkin construyen una sólida narración que hace navegar a Bean (un espléndido, aunque no excesivamente brillante, Brad Pitt) por multitud de situaciones en donde se lo pondrán difícil para alcanzar su meta. No es la primera vez, al menos para Sorkin, que a través de una historia real, nos cuela un fondo mucho más interesante que la propia forma.
Por suerte, Moneyball: Rompiendo las reglas tiene las dosis justas de deporte para que ni nos perdamos (si no conocemos el juego) ni nos aburramos (si realmente no hemos ido a ver una cinta sobre béisbol). Bien mezcladas todas las partes, el resultado final luce de forma notable, componiendo un hermoso retablo sobre la conducta humana ante cualquier situación, siempre y cuando se quiera llegar a un fin.
La historia de Moneyball: Rompiendo las reglas va creciéndose poco a poco, hasta desembocar en un final quizá algo escaso dado que nos hemos tomado todo muy en serio. Pero si la historia fue así, tampoco es quizá un motivo para desbaratar todo y echar al traste el conjunto que, reitero, luce espléndidamente.
Tanto Pitt como Hill, ambos nominados a los próximos Oscar, corrigen el rumbo de la historia. El primero, el capitán del barco, encarnando a un Bean muy contenido que sabe controlarse a pesar de que los que le rodean ni siquiera lo ven venir (como el consejo de asistentes para fichajes o el mismísimo entrenador, un desaprovechado Philip Seymour Hoffman). Por otro lado tenemos a Jonah Hill (sigo preguntándome el porqué de su nominación), su compañero de fatigas y quizá, el verdadero cerebro de este “milagro”.
Hill, se encarga en ocasiones, de recordarle a Pitt lo que hay que hacer. A pesar de la diferencia de edad entre personajes (muchos pensarían que Bean tiene más que enseñarle), mientras uno simplemente piensa en su destino (ganar la liga a toda costa y construir su equipo soñado) el otro se encarga de ponerle los pies en la Tierra y recordarle de vez en cuando que no son más que personas, que requieren de algo más que duros entrenamientos, victorias y derrotas.
Miller (Truman Capote (2006)) ejecuta muy bien su jugada. No emociona excesivamente (seguro que no era su intención) pero se le ve una cinta muy contenida, como con indicios de convertirse en algo más. Quizá la historia haya podido con su director, pero las riendas, en este caso, están muy bien llevadas, dosificando cada cosa en su momento.
Moneyball: Rompiendo las reglas es un claro ejemplo de que a veces el dinero no está por encima de todo, de que a veces el orgullo personal debe dejar paso a los sueños y de que ante todo están las propias personas, esos hombres que, como Bean, soñaron una vez que todo era posible y que, gracias a eso, se les recordará tal y como ellos querían.