Que una cinta como No mires arriba (Adam McKay, 2021) se estrene precisamente en un momento como el que está viviendo todo el planeta, se puede ver con cierto oportunismo (algo nada descabellado) o bien como una oportunidad para darnos cuenta de como anda la sociedad en lo relativo a este tipo de temas. Vaya por delante que el propio McKay asegura que escribió la historia antes de la pandemia del COVID. ¿Visionario? Quien sabe.
Si echamos un vistazo a la carrera de Adam McKay, sobre todo en los últimos diez años, el realizador de Philadelphia ha tocado temas como la política norteamericana (El vicio del poder (2018)), la crisis global (La gran apuesta (2015)) o con cierta sátira y/o humor el poder de los medios, con las dos entregas de Ron Burgundy (El reportero (2004) y Los amos de la noticia (2013)). Todo ello con su particular humor que, casi siempre, nos retrata y refleja una evolución que deja en evidencia muchas veces una ausencia de lógica o sentido común.
No mires arriba sigue esa estela, porque es lo que le ha funcionado y porque parece ser un terreno absolutamente conocido para él. La película es un retrato absoluto de muchas de las cosas que, a día de hoy, seguimos viendo en la calle, en los medios o cerca de nosotros. La película toca varios palos y, a sabiendas de que resultan en muchas ocasiones evidentes y hasta facilones, funciona como crítica social.
Es una película de personajes, de personajes un poco al límite, que rozan lo paródico y lo grotesco, lo impostado y hasta lo desagradable. Pero eso forma parte del juego que McKay plantea. Hay muchísimas situaciones hilarantes (ese plano del astronauta al que le han cancelado el vuelo, disparando al aire al meteorito; esa escena en el programa de televisión (que se llama, curiosamente The Daily RIP) en la que Di Caprio pierde los papeles…) Sin tener un guion redondo, la película funciona en su cometido.
McKay, como siempre, da una especial importancia a los actores y aquí tenemos a nada menos que cinco ganadores de un Oscar. Leonardo Di Caprio interpreta a un profesor casi obsesionado con su trabajo, necesitado de que reconozcan su labor. Jennifer Lawrence da vida a la alumna de DiCaprio, un papel con el que resulta fácil identificarse. Por otro lado tenemos a Meryl Streep, como presidenta (un retrato bastante cercano a lo que fue la era Trump), a Mark Rylance como un gurú de la tecnología con más fachada que otra cosa y a Cate Banchett, como una presentadora de televisión muy peculiar.
No mires arriba es un retablo que, aunque se toma así misma como crítica social, tiene momentos en los que no lo parece. Como hemos comentado toca el tema del negacionismo científico (muy poco explotados los personajes de Michael Chiklis y Robert Joy), el poder de los medios, de cómo hacen espectáculo de cualquier cosa; la actitud de la sociedad ante una tragedia, muchas veces roza la indiferencia, por sorprendente que parezca (incluso se atreve a hacer un pequeño retrato generacional con el personaje de Chalamet o el de Ariana Grande)… McKay es muy consciente del material que tiene entre manos y lo maneja prácticamente sin sorpresas. No es una película que nos vaya a descubrir cosas nuevas.
Una cinta agradable de ver, con humor sutil también, no es demasiado evidente en líneas generales. Es oportuna y casi abruma con la cantidad de palos que toca, algo que realmente sucede cuando pasan cosas de estas, y es que todo el mundo quiere sacar tajada. Así es el ser humano, que incluso cuando ve el final de sus días, intenta sacar beneficio a sabiendas de que no podrá disfrutarlo.
Hace un año, McKay tenía acordado con Paramount su estreno en cines, pero como a otras producciones parecidas, llegó Netflix y le compró el guión para emitirlo en su plataforma. Aún así, se ha podido ver en algunos cines.
Sólo a través de Netflix.
