En 1969, el escritor norteamericano Paul Gallico publica la novela La aventura del Poseidón, que fue adaptada en 1972 por Ronald Neame, bajo la producción de Irwin Allen. Ha llovido la friolera de 34 años para que Hollywood volviera a adaptar la novela de Gallico, aunque sin sorpresas, sobre todo para los que conocían la primera adaptación y secuela (Más allá del Poseidón, dirigida por el propio Allen).
Como las comparaciones suelen ser odiosas, no vamos a equiparar una cinta con otra, ya no sólo por la enorme diferencia de épocas que hay entre las dos, sino por la aproximación a la novela de cada una. Aunque si hay algo en común que tienen es su espíritu de cinta de aventuras por encima del drama. Bien es cierto que la de Neame se aproxima a él, pero simplemente coquetea sin que resulte una cinta excesivamente dramática.
Centrándonos en la versión que nos atañe, la dirección corre a cargo del alemán Wolfgang Petersen, que no necesita presentación y cuya filmografía tiene un par de títulos emblemáticos en la época de los ochenta, como son El submarino (1981) y La historia interminable (1984). Ya en los noventa es cuando se centra en cine de acción ‘blockbuster’, que es lo que realmente nos viene a enseñar con Poseidón. Mención aparte que esta película fue su última en Hollywood antes de su muerte en el año 2022.
Toda cinta que se precie de este subgénero como es el de las catástrofes, necesita un líder y aquí Petersen se la juega con una dupla formada por Josh Lucas y Kurt Russell, o lo que es lo mismo la veteranía y las nuevas generaciones (de por aquel entonces, claro). La combinación no choca para nada y resulta bastante efectiva.
No se esconde de lo que es, en este aspecto la película es totalmente consciente del producto que supone, así como de la propuesta que hace. Donde realmente despunta Poseidón es en su producción, con unos cuidados decorados y unos efectos especiales realmente notables. Por lo demás, la cinta no es más que un sencillo videojuego en el que los personajes protagonistas debe sortear una serie de pruebas para llegar hasta su objetivo, salir del barco. Aquí no hay hueco para el drama, aunque hay algún que otro intento, pero está absolutamente difuminado por la historia.
Al igual que pasa en otros títulos de este tipo, hay pequeñas subtramas que dan algo de empaque a los personajes, pero que realmente no aportan nada al tronco principal de la historia. El guion de Mark Protosevich (su segundo tras La celda (Tarsem Singh, 2000)) no se va por las ramas y plantea la película como si fuera un parque de atracciones, donde los asistentes se tienen que enfrentar a las alturas, al fuego, al agua y el que gane, pues se lleva la libertad.
Como comentamos, la película es simplemente un ejercicio de entretenimiento, muy justo en cuanto a calidad cinematográfica, aunque a nivel visual es potente y al menos compensa muchas de sus carencias. El reparto tiene para todas las edades y a pesar de todo, cierran bien toda la película.