Nueva adaptación de un videojuego y, nuevamente, pasará al olvido colectivo precisamente por su alejamiento con respecto al material original. El problema es que, en el caso de Proyecto Rampage (Brad Peyton, 2018), sacar una historia del videojuego de 1986 era bastante osado. El resultado, aunque no es precisamente una maravilla, si que consigue jugar con elementos de su origen, amoldándolos para que case en un ejercicio tan delirante como divertido.
Algunos nombres, ideas, pinceladas, del videojuego de Midway Games se pueden ver en esta libre adaptación en donde la excusa perfecta de animales gigantes destruyendo todo a su paso, sirve para camuflarnos una historia sobre el poder del ser humano y su capacidad para autodestruirse. Sí, puede que sea un poco de moral “low cost”, pero en el fondo de Proyecto Rampage, no se puede sacar mucho más.
El director Brad Peyton vuelve a reunirse con Dwayne Johnson (por tercera vez) y no arriesga en una producción absolutamente veraniega, a pesar de que no ha llegado a los cines precisamente en verano, y que reúne los elementos clásicos del “blockbuster” más actual: efectos digitales, un ritmo trepidante, y una historia con escasa lógica.
Si intentamos buscar en Proyecto Rampage algo con cierta miga, quizá nos atragantemos. Estamos ante un producto en el que todo vale, y si aceptamos esta regla fundamental, la película resulta gratamente entretenida.
Los personajes son casi caricaturescos, no hay villanos de peso, la verosimilitud y la lógica no tienen cabida. Pero da lo mismo, porque este tipo de cine no busca nada más allá que el puro entretenimiento.
Un reparto liderado por el musculado Dwayne Johnson, a quien últimamente vemos hasta en la sopa; con la británica Naomie Harris en un clásico papel “florero” (bien camuflado, eso sí); un socarrón e histriónico Jeffrey Dean Morgan, que siempre parece tener una sonrisa en la cara casi constantemente, y que aquí tiene un personaje absolutamente perdido y que uno no sabe muy bien qué es lo que hace y por qué lo hace.
Son premisas que le valen a Proyecto Rampage para lo que se le ponga por delante. Y es que su punto fuerte son los efectos digitales, aquí explayándose en una espectacular (e interminable) batalla final entre un gorila, un lobo y una especie de cocodrilo mutado (en el videojuego original era un… ¡dinosaurio!). Todos a tamaño “king size” y destruyendo una Chicago virtual mientras el minimalista ejército americano hace lo que puede.
Película palomitera, comercial, “blockbuster”… como se la quiera llamar. Proyecto Rampage es lo que es y no se esconde de su naturaleza como producto cinematográfico de ingestión rápida porque es absolutamente consciente tanto de sus limitaciones como de sus virtudes (sí, tiene, pero muy pocas).
Insistimos, al entrar en su particular visión de espectáculo, uno será capaz de disfrutar de una película que busca y encuentra la evasión total entre su público.