El thriller en nuestro cine, sigue de moda. Atrás parecen haber quedado comedias y/o dramas ambientados en la Guerra Civil (o eso decían muchos que era de lo que vivía el cine español), y ahora se apuesta por arriesgar, por llevar un género poco explotado pero con un enorme potencial siempre y cuando el director sepa manejar bien sus instrumentos.Rodrigo Sorogoyen, director de Stockholm (2013) se enrola (de nuevo junto a la guionista Isabel Peña), en un thriller intenso, con pulso y calmado, sobre dos policías que deben atrapar en Madrid a un asesino en serie.
Con la visita del Papa como telón de fondo (la cinta está ambientada en el 2011), los personajes de Que Dios nos perdone se mueven cautos, pero con astucia y con eficacia, dentro de un guión medido, bien trazado y con una importancia en los personajes bastante poco frecuente en este género, donde con el tiempo, la acción o el terror ha dejado de lado la profundidad de los protagonistas.
El triángulo de personajes (los dos policías y el asesino) buscando, de alguna forma, el perdón. Por un lado a un siempre notable Antonio de la Torre, dentro de un personaje con ciertas sombras, pero de abrumadora inteligencia. Roberto Álamo, por otro lado, es la dureza personificada, un hombre rudo, con conflictos familiares. Y finalmente al asesino, una persona cuidadosa, con un pasado también oscuro y marcado.
Sorogoyen ha facturado una buena película, un buen thriller, bien hilvanado. Llama especial atención el ritmo y el pulso con el que la cinta está rodada. Escenarios sucios, con textura, esa angustiosa y desasosegante música que anticipa algunas escenas… son muchos elementos los que confluyen en la película, creando una atmósfera en la que siempre tenemos la sensación de que algo va a suceder.
La tensión y la incertidumbre forman parte de la historia de Que Dios nos perdone, algo que tampoco nos lleva a callejones inexplorados, y es que la película, a pesar de no ser demasiado novedosa, intenta darnos una interesante visión sobre el thriller, dando, importancia a los personajes, algo poco habitual.
Pero el desenlace de Que Dios nos perdone quizá exigía algo más, con más intensidad, algo más impactante. Es quizá su principal pega. Aún con ese defecto, sin duda es una película muy recomendable, muy bien escrita y con un reparto notable.