Universal abre la veda veraniega de comedias románticas con Tenías que ser tú, una cinta sobre el amor, Irlanda y otros desastres. Amy Adams y Matthew Goode son los protagonistas de esta película que aunque no descubre nada nuevo, tiene la ardua tarea de mantenernos en la butaca esperando un final feliz.
La época estival siempre suele ser un aliciente para que muchas de las productoras estrenen productos que, quizá en otras épocas del año, no harían mucha taquilla. Esto es, seguramente, porque el aumento del tiempo libre suele ser bastante proporcional a la afluencia de público en las salas de cine, lo que se traduce en una mayor recaudación. Todo esto es a efectos teóricos. Lo que sucede luego en la vida real, muchas veces no coincide con ninguna teoría.
Uno de los géneros que goza de este ¿privilegio? y no se ve alimentado por tiros, golpes y patadas, es la comedia romántica. Mezcla de humor y amor, es una fórmula que rara vez suele descalabrarse en taquilla, a no ser que sus protagonistas le pongan mucho interés en hacer que todo lo montado no sirva más que para su lucimiento, algo que dejaría mucho que desear.
Universal estrena Tenías que ser tú, una cinta encasillada en este campo que como cada verano trata de arrejuntar en las salas de cine, a más de una pareja con la idea de pasar un buen rato lleno de sonrisas y lágrimas. Dirigida por Anand Tucker, de quien ya tuvimos ocasión de ver el año pasado Shopgirl (de características similares a la que nos atañe) y que parece tener especial predilección por este subgénero, Tenías que ser tú no engaña a nadie en lo que a cánones del género se refiere.
La química entre Adams y Goode es bastante innegable. Hay un buen “feeling” entre ambos y la mayor parte de las situaciones planteadas en la película y en la que ambos participan, se resuelven bastante bien, sin forcejeos o artificios, con cierta complicidad pero sin exagerar. Adams no es nueva en este terreno (lo ha demostrado en cintas como Encantada: La historia de Giselle o en Un gran día para ellas, quizá no tan edulcoradas como ésta) por tanto se desenvuelve bastante bien. Su pareja en la ficción, Matthew Goode quizá no nos sea tan familiar, pero sin duda resulta de lo más efectivo de toda una cinta cuyo principal interés reside sobre todo en lo fácil y eficaz de la propuesta. Para los más curiosos, Goode trabajó a las órdenes de Fernando Colomo en Al sur de Granada (2003).
Las situaciones de Tenías que ser tú no son excesivamente graciosas, para que vamos a engañarnos la mayor parte de sus pequeñas “set pieces” cómicas se reducen a alguna que otra escena de acercamiento entre ambos personajes, creando así una relación un tanto fría al principio entre los dos protagonistas. No obstante que la platea se tranquilice porque el resto de la película es bastante normal, no tira de excesos pero sí que peca de tópicos, cosa lógica por otra parte si lo que quiere es mantener en la butaca a un público fiel al género.
Otro de los aspectos a destacar en la película son los secundarios, encabezados por Adam Scott en el papel de novio “perfecto” y John Lithgow como padre de Jeremy, en un fugaz personaje, casi como un cameo. Ambos arropan correctamente a los protagonistas. Aún así no olvidemos que Tenías que ser tú es fundamentalmente una película de dos, por tanto los secundarios parecen más de relleno que otra cosa. También merece la pena destacar que no todo son alegrías para el personal, ya que la película apenas ahonda en los personajes, dejándonos un poco con la incertidumbre sobre cuáles son sus motivaciones. En este apartado Tenías que ser tú cojea ligeramente sin llegar a caerse, para eso están las escenas cómicas, para tratar de hacer olvidar al público las posibles pifias que puedan encontrarse. Aunque hemos de decir que en este tipo de productos lo que menos importa son quizá estos detalles tan profundos. Aquí lo que cuenta es entretener.
Mención especial, quizá un poco a título personal, merece la banda sonora de la película. Composición de Randy Edelman (vale para un roto como para un descosido) con cierto toque irlandés (como era de esperar). Edelman compone una serie de temas melódicos bastante interesantes y emotivos, muy lejos de sus composiciones sintéticas realizadas para La Momia: La tumba del Emperador Dragón (Rob Cohen, 2008) o Dragonheart: Corazón de dragón (Rob Cohen, 1996). Toda una banda sonora romántica y muy suave para una cinta que así lo exige.
Tenías que ser tú plantea una entretenida historia con la que descubrir que el amor puede estar donde menos se lo espera uno, un mensaje que parece algo manido pero que, curiosamente, suele ser bastante efectivo y, por qué no decirlo, a veces hasta acertado.