Tercera y última (afortunadamente) entrega para el personaje de Robert McCall, interpretado por el siempre correcto Denzel Washington. Esta saga, que se inició con The Equalizer. El protector (Antoine Fuqua, 2014) ha ido, claramente, de mejor a… “menos mejor”, y está claro que, si no tuviera un nombre de peso como el de su protagonista, posiblemente habría caído en el olvido.
Fuqua repite en la dirección y Richard Wenk en el guion de esta tercera entrega. No hay nada nuevo en el horizonte con esta saga. Está claro que Fuqua no ha inventado el fuego, es más, posiblemente en una comparativa con otras similares, como John Wick o Venganza, en donde el personaje del justiciero sereno con habilidades especiales, se dedica a defender a los oprimidos o débiles, posiblemente saldría perdiendo. Ya no sólo porque no es un personaje original, sino porque la evolución del mismo no ha sido demasiado regular durante las tres películas.
Qué repita fórmulas previas es algo que se presupone, pero que encima resulte por momentos una película un tanto aburrida, resulta fallido para este tipo de producto. Y es que The Equalizer 3 no parece saber hacia dónde va, simplemente trata de dar más profundidad al personaje protagonista, pero sinceramente y después de haber visto las anteriores entregas, esto al espectador le da bastante lo mismo. No es una cinta de acción que resulte muy interesante y tampoco nos va a mantener en tensión.
The Equalizer 3 dentro de la trilogía resulta un poco fallida Washington se pasa prácticamente más de media película pateándose el pueblo en el que vive, tomándose un café al día (mientras coquetea con la camarera del bar) y lo que es acción, pura y dura, poca cosa. Su mera presencia en pantalla ya es todo un reclamo, y tiene alguna que otra escena buena, pero en conjunto la película es muy decepcionante.
Parte de esa decepción la tiene la parte villana de la misma. Cuando se supone que te enfrentas a la ‘camorra’ a la mafia, lo suyo es que sea un enemigo prácticamente imbatible. Aquí se presenta a esta mafia como una especie de pandilla de jóvenes moteros, dirigidos por un supuesto capo. “Supuesto” sí, porque de capo tiene muy poco. Si tan sólo la película fuera la mitad de lo que es su arranque, quizá las palabras serían otras, pero no es el caso. Tras un buen arranque, la cinta se acomoda y de ahí no sale nada más que un par de veces, y una de ellas es su desenlace.
No convence el intento de darle a McCall más profundidad, de tratar de reinventarle. Al menos esta tercera película se acerca más al personaje original de la serie de televisión, gracias a la subtrama que aparece cuando ayuda a la CIA (por cierto, curioso reencuentro con Dakota Fanning, con la que trabajó en la espectacular El fuego de la venganza (Tony Scott, 2004)).
Un guion con demasiados clichés, un personaje al que no es necesario darle más profundidad, unos villanos realmente necios, con una motivación un tanto absurda… todo lo que no debería confluir en una despedida para el personaje, confluye. No convence y eso que Washington hace lo que puede para salvar los muebles, pero es imposible cargar con todo el peso él solo.
