Encumbrado por una legión de fans por todo el mundo, Michael Bay estrena la tercera parte de su amada trilogía sobre los Transformers, aquellos personajes recordados por los que nos criamos hace más de veinte años y que siempre han permanecido en nuestro recuerdo gracias a la imaginación que sus creadores demostraron.
Al contrario que Michael Bay, cuya demostración tecnológica a la hora de exponer su ¿historia? en la tercera parte de Transformers no deja lugar a dudas de las enormes carencias que, como cineasta, tiene este director.
El dicho ese de “cuando más grande mejor” lo sabe de memoria Michael Bay, experto en lanzarnos contra cualquier cosa y encima hacer que nos guste (al menos a unos cuantos). Con Transformers: El lado oscuro de la Luna parece haberse auto-impuesto el listón del más alto todavía con una espectacularidad tal que llega a abrumar a cualquiera. Para más inri se ha valido de la última tecnología cinematográfica (el famoso 3D) para suplir quizá algunas carencias que con las anteriores se daban.
Visto lo visto se confirma que sí, Transformers: El lado oscuro de la Luna es más grande, más espectacular, más larga y más “burra” que las anteriores así como que se confirma que Bay ha intentado enmendar los errores tan garrafales que cometió en Transformers: La venganza de los caídos (2009), cuna del despropósito más infame en toda la filmografía de un director como él.
Sobre el reparto, poco hay que decir, realmente Michael Bay es un verdadero despreocupado de la interpretación, prefiere mostrar su talento en otros campos, absolutamente respetable. Shia LaBeouf hereda todo lo que mostró en las anteriores películas, es un actor que quizá debería explorar otro tipo de personajes. ¿Se echa en falta a Megan Fox?, pues sinceramente sí. A pesar de que como actriz no es precisamente Grace Kelly, su aportación con respecto a la de la modelo Rosie Huntington-Whiteley es bastante mayor (con esto digo todo). Aquí la joven en cuestión (cuya presentación sin duda alterará los foros feministas) se dedica a poner su cara (literalmente) y cuerpo (literalmente) al servicio de un personaje que o no tiene o no quiere contar cosas. La aparición de secundarios de interés como Frances McDormand, John Malkovich, Patrick Dempsey o John Turturro (mucho mejor aquí que en las otras entregas) quizá mejore algunas escenas.
Se ha ahorrado muchas de las ¿gracias? por las que apostó por aquel entonces, y ahora intenta redimirse construyendo una historia más épica y alejada quizá (bastante, por cierto) de aquella primera película, hoy en día con cuatro años. Su frenético ritmo final (no así el resto de la película) denota la agilidad de Bay a la hora de plasmar la historia. Aunque no es muy de agradecidos el dejar todo para última hora.
Introduce elementos nuevos, tales como bandos enemigos por parte de los humanos, cosa que anteriormente no había. Siempre era lo mismo, aquí al menos se atisban ciertos tópicos que, no vienen mal, y si tienen excusa para la historia. Al fin y al cabo la cinta no juega con más elementos que la lucha entre el bien y el mal, quintaesencia también de sus orígenes.
Bay plantea sus cartas (hace tiempo que ya lo hizo), no lo hace mal del todo, si tenemos en cuenta de quien estamos hablando. Se entiende que no vamos a asistir a una disertación filosófica sobre algo, y que los personajes no tienen precisamente la misma profundidad que los de una cinta de Kieslowski, pero al director eso no le resulta interesante, hay que ir sabiendo lo que nos vamos a encontrar, y en ese aspecto Transformers: El lado oscuro de la Luna no decepciona. Ofrece lo que promete y punto. No hay discusión.
Culpa nuestra será si después de verla y de advertir sobre sus carencias (o virtudes, según se mire) todavía salimos sorprendidos ante lo que hemos visto. En este aspecto Bay es un tipo honesto, listo (no inteligente) y sabe perfectamente qué quiere hacer. No podemos negarle su iniciativa a la hora de plasmar lo más espectacular, porque Transformers: El lado oscuro de la Luna lo tiene.
Su apoyo en la utilización del 3D quizá no sea más que una deliberada excusa para hacer más caja, puesto que la cinta sin este añadido no aporta nada nuevo ni al género ni al 3D, por mucho que unos cuantos se empeñen en vendernos (incluido el propio Bay). Y es que dejemos claro que salvo 3 escenas muy puntuales, el resto no pasa por ser un mero capricho a la hora de escoger formatos. Al igual que Avatar (2009), la cinta no está rodada íntegramente en 3D, sólo algunas escenas han sido escogidas estratégicamente para explotar la creatividad.
En este aspecto, y quizá sea algo específico de la proyección a la que fui, se advierten algunos tonos más oscuros en ciertas escenas, algo similar a lo que sucedía en proyecciones en donde el material original había sido hinchado posteriormente. Aquí es extraño, puesto que las partes en 3D se entienden (y así se ha comprobado en diversos sitios) que están rodadas con cámaras para tal efecto. Avatar (2009), y por mucho que les pese a unos cuantos, sigue siendo la referencia de esta tecnología.