Es quizá uno de los títulos más esperados del año. Sólo Dios perdona nos devuelve una vez más el dueto Winding Refn-Ryan Gosling, cuya complicidad vuelve a quedar patente en esta violenta y turbia cinta.
Para muchos, la figura de Nicolas Winding Refn que vimos en Drive (2011), es quizá lo que les gustaría que fuera este director de origen danés. Pero lo cierto es que su filmografía está plagada de un cine crudo, sin minucias, lleno de ira y sobre todo, con una dura historia como trasfondo. Todo ello con un especial cuidado a la estética y a la imagen.
Cuando uno ve Sólo Dios perdona, afloran multitud de cuestiones morales acerca de la actitud y acciones de todos y cada uno de los personajes que en ella intervienen. Ya no sólo por parte de Julian o de su madre (irreconocible Kristin Scott Thomas), sino incluso por los “antagonistas” que hay en toda la historia. Y es que estamos ante una cinta cruda y con una ingente cantidad de dilemas morales, cuyo guión parece un compendio de violencia y crudeza.
Sí, la cinta es violenta (algo que generó polémica en el pasado Festival de Cannes), y aunque Winding Refn se muestra comedido en algunas ocasiones, no hay margen para esconderla. La historia, compleja donde las haya, se fundamenta sobre todo en tres pilares (personajes) fundamentales.
Por un lado Julian, un frío aunque espléndido Ryan Gosling, que simboliza la ingenuidad, la indefensión, pero a pesar de ello, la cabeza. Es ese hijo no deseado por una madre, que parece haberlo repudiado de su vida. Y es precisamente ella el segundo pilar de la historia, una fría y dura mujer (también de truculentos negocios) dispuesta a lo que sea para convertir la muerte de su hijo en una “vendetta” particular, aunque para ello tenga que arrastrar a personas inocentes (Julian). Y cierra el triángulo el inspector de policía Chang (un duro e impasible Vithaya Pansringarm, visto en Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia! (Todd Philips, 2011), por ejemplo). Un hombre que imparte su propia ley (arcaica, dicho sea de paso), implacable, impasible… un auténtico némesis.
Lo que más llama la atención de la historia es la complejidad de los personajes, sus pensamientos, sus miedos, sus pasiones, sus fantasías… en Sólo Dios perdona cada elemento está muy bien medido, hasta los escasos diálogos con los que cuenta, están pensados para contar lo imprescindible. Da la sensación de que el director se ha alejado de un cine más «made in Hollywood» para acercarse a un minimalismo cinematográfico muy sutil.
Y es que en cuanto al aspecto visual, la cinta es espectacular. La increíble fotografía de Larry Smith (que ya había colaborado con Winding Refn en otras ocasiones y que nos deslumbró con su trabajo detrás de la producción de Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999)) es sencillamente sublime. El usó fundamental de paletas rojas y azules para los momentos más intensos (e incluso oníricos) y los naranjas y rojos para los más violentos, cuadran a la perfección con una fotografía medida, casi simétrica y con un exquisito gusto por los detalles.
Sólo Dios perdona es una complicada película de ver, el silencio y la imagen toman más protagonismo que las palabras y eso, a día de hoy, es algo que no se estila mucho. Aún así, si uno consigue entrar en su juego, la cinta se vuelve incómoda y atractiva al mismo tiempo, llenando después de verla, algunos momentos para reflexionar sobre lo que hemos visto.