War Horse (Caballo de batalla) nos devuelve de nuevo a Spielberg cuando casi seguimos teniendo a Tintín en las carteleras. Una cinta cálida, dura hasta cierto punto, pero contenida en su discurso. Con el tiempo, Spielberg me ha demostrado que siempre se merece una oportunidad.
El hecho de haber estrenado dos cintas en un corto periodo de tiempo, ésta y Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (2011), ha podido hacer mella en un Spielberg algo menos personal en esta cinta que nos atañe. A pesar de que ambas producciones han estado espaciadas en cuanto a rodaje y proceso, siempre ha sido necesaria la mano y coordinación del director para finalizarlas según su criterio. Hacer dos cosas a la vez es algo complicado y con War Horse (Caballo de batalla) queda bien reflejado.
No estamos ante una obra menor de su director, ni mucho menos, pero tampoco ante lo que hemos estado esperando desde hace cuatro años, cuando Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (2008) poblaba los cines dejando tras de si, una legión de decepcionados seguidores de una saga que parecía ir a más desde Indiana Jones y la última cruzada (1989). Pero no es de la saga del arqueólogo de lo que queremos hablar. ¿Ha pasado factura tanto tiempo sin dirigir? Quizá sea otra de las razones por las que War Horse (Caballo de batalla) deja ciertamente indiferente. Sus más que loables buenas intenciones y el hecho de llevar el nombre de Spielberg en sus créditos, ya son razones más que suficientes para confiar, casi a ciegas, en una producción notable pero de escasa intensidad dramática.
El director se ha dejado llevar por una historia sensible, muy de su estilo (ya lo hemos visto en El Imperio del Sol (1988), por ejemplo), pero que al endulzar demasiado todo, deja a un lado lo cruento y lo real que resulta la verdadera historia del caballo Joey. Lo mismo, hasta no era la intención de Michael Morpurgo cuando escribió la novela, pero esa seriedad, ese tomarse en serio las cosas, se contrapone ante lo que parece más una historia para niños que otra cosa.
Sí, War Horse (Caballo de batalla) es una historia para los niños, podemos estar de acuerdo, pero bajo ella subyace una intensa doble historia (Albert y Joey) sobre juventudes perdidas, sobre una forzada madurez adquirida y sobre un destino que, tarde o temprano, el espectador sabe que se cumplirá. Por cierto, continuamos en la tónica de que el doblaje le hace un flaco (más que flaco) favor a la película. Spielberg conoce a la perfección todos los entresijos de un drama tan académico como es War Horse (Caballo de batalla), en donde sin apenas mostrar sangre o excesivas escenas bélicas (seguramente ni siquiera quiera hacerlo) nos deja un hermoso retrato de cómo a veces la fuerza de nuestro interior resulta casi el doble que lo que se ve por fuera, es en esos momentos cuando uno se da cuenta de lo que realmente vale.