Han pasado cinco años desde el último estreno de Matteo Garrone (Roma, 1968) en cines. Concretamente fue su adaptación del cuento de Collodi Pinocho, con Roberto Benigni. Aquella obra, interesante, le valió dos nominaciones a los Oscar (maquillaje y vestuario). Ahora con este drama vuelve a intentarlo.
Hablar de Matteo Garrone es hablar de uno de los directores italianos más interesantes de los últimos años. Aunque su carrera irá siempre asociada al escritor Roberto Saviano, de quien adaptó para el cine Gomorra (2008) y le dió un tremendo éxito internacional, Garrone es un cineasta preocupado por lo funcional, porque sus historias lleguen sin demasiados decoros ni artificios, siempre preocupado de plasmar la realidad tal y como es. En Yo capitán vuelve a demostrar que la sencillez suele resultar muchas veces, más efectiva que la complejidad.
Y es que su historia sobre la inmigración contada desde el punto de vista de un adolescente senegalés de dieciséis años nos lleva, inevitablemente, al presente. La película es sumamente interesante y, a pesar de que no relate una historia realmente novedosa (por desgracia) en su conjunto estamos ante una obra con muy buen contenido.
Garrone ha planteado Yo capitán como en tres partes, muy bien diferenciadas y que vienen a representar los tres bloques emocionales del protagonista, un prácticamente debutante Seydou Sarr, natural de Senegal y que sirve de escaparate a la historia real de Mamadou Kouassi, que ha participado de alguna forma en el guion de la película. Aunque Kouassi contaba con cuatro más que el personaje de Yo capitán, no resulta impedimento alguno para emocionarnos con esta terrible historia sobre los sueños truncados.
La primera parte está contada con un ritmo casi festivo, relatando el día a día de los dos protagonistas. El sueño empieza a construirse en este tramo, rodado además en la propia Dakar, donde nos muestra la relación del protagonista con su madre y con el otro personaje que lo acompañará, Moussa. Garrone maneja muy bien esta parte, contando de forma cotidiana la vida de estos dos adolescentes.
La segunda parte, la más larga y donde hay más enjundia, se centra en ese homérico viaje de los dos personajes, aunque el peso de toda la historia se lo lleva Seydou, está claro. Es la parte más dura de toda la película, donde vemos como el personaje va creciendo, evolucionando y en donde se da cuenta de su error. ¿Qué en esta parte la cinta podría haber sido más cruda? Sí, de hecho, en algunos momentos y a pesar de que lo que vemos es terrible, da la sensación de ser una aventura para el propio protagonista. Hay un par de partes en donde juega con lo onírico que tampoco ayudan mucho. Son justificables, pero pueden sacarle a uno de ella.
El último tramo, es quizá el más emotivo y en donde la película (que en ningún momento se hace larga a pesar de sus prácticamente dos horas de metraje) termina de dejarnos un buen sabor, con una secuencia a bordo de un barco en la que Garrone ha sabido colocar la cámara de forma que nos sintamos en la misma cubierta, llena de gente.
Yo capitán es una película casi necesaria, altamente recomendable y que remueve. Quizá se muestra algo amable en algunas partes y el ritmo caiga en otras, pero aun así es ágil y las interpretaciones son realmente notables. El director puede estar orgulloso de haber construido una película que debería ser de obligada visión.