El hermetismo con el que Disney ha querido (y ha conseguido) rodear a Star Wars: Los últimos Jedi (Rian Johnson, 2017), auguraba que estábamos ante una de las apuestas más importantes de una saga ya legendaria y con millones de seguidores en todo el mundo. Una apuesta con la que Disney se acomodaba tranquilamente en el sillón mientras veía subir de forma vertiginosa la recaudación en salas, a pesar de las duras (e innecesarias) condiciones que puso a éstas si querían exhibir su criatura.
Una vez se empezaron a publicar las reseñas/críticas sobre ella, todo eran halagos e incluso algunos se atrevían a calificarla como “la mejor película de la saga”. Después de haberla visto, asaltan a mi cabeza muchísimas ideas, muchísimas críticas y muchísimos puntos que, desgraciadamente, poco o nada tienen que ver con éstas buenas vibraciones que parecían querer transmitir, como si la película fuera a ser un fracaso.
J.J. Abrams, hizo una labor encomiable al iniciar esta nueva trilogía. A pesar de esa especie de “remake” encubierto que fue Star Wars: El despertar de la Fuerza (J.J. Abrams, 2015), hubo cierto disfrute al saber que aunque Disney había comprado una de las sagas más importantes del cine, se mantenía casi intacta o al menos con una buena cantidad del espíritu que vimos incluso en flojísimas precuelas de George Lucas.
Pero con la gente de Disney uno nunca debe/puede dar nada por sentado. Ésto es un negocio y como tal prima más la caja que la obra, máxime cuando lo que se va a ofrecer, no necesita ni presentación ni una desorbitada campaña de marketing (aunque se hace), ya que se vende solo y Star Wars es una saga que se vende sola. Puedes hacer una cinta mala que si lleva Star Wars delante, seguro que harás una taquilla más que decente.
Rian Johnson, director de las muy notables Looper (2012) y Brick (2005), ha tenido también el suficiente valor para encargarse no sólo de la dirección, sino también del guión en solitario, una tarea que en la saga sólo se había atrevido a hacer su propio creador, George Lucas. Los resultados con Lucas nunca fueron destacables y con Johnson ha pasado lo mismo.
Star Wars: Los últimos Jedi no es, cinematográficamente hablando, una cinta brillante, pero tampoco lo es dentro de la saga. No es una película que destaque, especialmente por algo, y aquí tenemos el primer gran problema. En la historia no hay prácticamente nada que logre interesar de forma notable al espectador, ya que todo resulta excesivamente artificial, y en ocasiones, hasta tedioso y forzado (algún pasaje que otro). El guión parece hecho con algunos retales de momentos icónicos de la saga, y a ésto hay que sumarle el flaco favor que hace el montaje, aunque ya con Lucas, no era precisamente un aspecto positivo.
La inclusión de un tono menos serio, ha hecho un flaco favor a la saga, siendo sinceros y poniéndonos de pie. Johnson, sin una justificación realmente de peso, se ha tomado la libertad de borrar de un plumazo a personajes importantes o de enfrentar a otros de formas absolutamente lamentables. Ni siquiera el supuesto tono cómico de la película logra encauzarnos en ella, que no nos desviemos.
Y es que Star Wars, siempre ha tenido cierto humor (en la trilogía original casi siempre de la mano del personaje de Han Solo), correcto, pero era un humor contenido, no era un humor demasiado infantil, como sucede aquí, además prácticamente desde el minuto uno. Eso, le quita muchísima seriedad y desde entonces resulta muy dificil tomarte a los personajes en serio.
Se aprecia cierta evolución (para bien) en algunos de ellos (sorprende el protagonismo de Poe Dameron, por ejemplo), pero como le pasa a Disney casi siempre, los villanos son meras caricaturas y nunca llegan a proyectar lo que se supone tienen que proyectar, un mal endémico que también le pasa factura con sus franquicias MARVEL.
Y es que está claro que Disney ha preparado un suavizado de la saga desde El despertar de la fuerza, alisando guiones, metiendo personajes que contenten a todos (aunque no explique el porqué de sus acciones), toda su intención es abandonar el tono serio y épico, y convertir a la saga en una saga única y exclusivamente, de aventuras.
Es un defecto que ya se dejaba entrever en la anterior cinta, y aquí lo peor es que obvia muchos detalles, da por sentado otros que ni siquiera explica y, para rematar la jugada, maltrata a personajes tan importantes e icónicos como el mismísimo Luke Skywalker, cuya presencia es loable, pero el trato hacia su personaje dista mucho de lo que realmente se merece, algo similar a lo que hizo Spielberg con Indiana Jones en su cuarta entrega.
Star Wars: Los últimos Jedi entretiene por fuera (que menos, si en eso hubieran fallado…), pero por dentro no contenta y, lo más triste, parece que esta nueva trilogía no lo va a conseguir. J.J. Abrams lo tiene realmente difícil si quiere salvar los muebles en la próxima película, siempre y cuando no haga lo que ha hecho Johnson, obviar lo que ya estaba hecho.
También es verdad que los ojos de antes no son los de ahora y que lo que antes nos impresionaba hoy quizá lo vemos como algo cotidiano. Pero creo que siempre debe existir cierta coherencia, cierta uniformidad, y aunque Star Wars: Los últimos Jedi sigue recurriendo a iconos de la trilogía clásica (Leia, Luke, los duelos de espadas láser, los droides…) esa línea que los une, poco a poco se está difuminando, dando paso a lo que parece que Disney quiere, su propia saga de Star Wars, y para eso, toca hacer borrón y cuenta nueva.