Hablamos de la cinta que España ha seleccionado para representarnos en los próximos Oscar. Maribel Verdú y Tito Valverde protagonizan el drama adolescente 15 años y un día. Una película que nos puede dejar bastante indiferentes.
Han pasado casí siete años desde que Gracia Querejeta dirigiese Siete mesas de billar francés (2007), su última incursión como directora de largometrajes. Con 15 años y un día, recupera su faceta de contadora de historias humanas, eso sí, más próxima a la realidad de lo que uno pueda esperarse.
A pesar del enorme esfuerzo (en todos los aspectos) que se respira en cada minuto de 15 años y un día, el resultado deja bastante frío al personal. Frío en el aspecto de que parece que estamos ante una cinta de buena realización (sencilla y sobria, pero eficaz) pero con una historia confusa que no se decide a la hora de explicarse, realmente.
La realizadora ha conseguido unos personajes con cierta profundidad, pero bastante alejados de una supuesta realidad a la que quiere hacer sombra. La película, bien narrada, va avanzando poco a poco, elaborando situaciones en las que se intenta enganchar de alguna forma al público, crear interés para que, se supone, la historia avanza. Y el principal problema es que la mayor parte del tiempo, los personajes nos generan cierta indiferencia.
Parte de este problema lo genera un guión tan artificial como bastante poco creíble. Tanto Querejeta como su compañero de escritura, Santos Mercero se han querido aproximar a la problemática de la juventud, de los comienzos de las primeras amistades, esos amigos de verano, las peleas en la playa… todo en un terreno que intenta ser cotidiano, realista, cercano… pero no lo consigue, y todo queda en una historia que no se nos queda, que nos atraviesa y al cabo de un rato podemos olvidar tranquilamente.
La presencia de nombres como Maribel Verdú o Tito Valverde, los más acomodados dentro de la propia historia, no sirve tampoco de mucho. Por un lado la actriz española nos regala un papel que, aunque con más profundidad que los demás, no nos llega a transmitir realmente el sufrimiento de una madre por su hijo. Valverde, por su parte, se dedica a poner cara de pocos amigos y a contestar con bastante hastío. Puede que sea su personaje, pero se echa en falta algo más de carisma, algo que nos haga simpatizar con él.
Los secundarios no es que estén a un nivel superior. Su interpretación es anecdótica y aunque alguno hay que parece asomarse a un intento de tratar de hacer partícipe al público de sus sufrimientos o de su pasado.
Una película bastante decepcionante en su mayor parte, con una dirección solvente pero fría, que no llega a transmitir demasiado y que da la sensación de que tampoco sabe muy bien qué nos quiere contar.