Con un currículum de considerable peso dentro del cine de terror, donde brillan obras como Las colinas tienen ojos (1977), La serpiente y el arco iris (1988) y esa obra cumbre del género como es Pesadilla en Elm Street (1984), Wes Craven (Cleveland, 1939) se erigió por mayoría absoluta, como uno de los directores de cine de género más importantes de la década, junto a nombres como John Carpenter o Clive Barker.
Scream. Vigila quien llama (1996) es un ejercicio que roza el metacine de terror, con muchos guiños, suspense (probablemente más que terror) y con un reparto que, en su día, supuso un modelo para posteriores cintas con una temática muy parecida.
Escribe la película Kevin Williamson, que además debutaba como guionista. Hacía años que desarrolló una historia (materializada en una especie de cortometraje de unos 45 minutos) en donde un asesino atemorizaba a jóvenes mediante llamadas telefónicas. Aquello, años después, supuso la génesis de esta cinta considerada ya, un clásico del género de terror. Como ávido espectador de cine de terror, Williamson introduce en el guion de Scream. Vigila quien llama, numerosas referencias a títulos del género. No en vano, su película favorita es La noche de Halloween (John Carpenter, 1978), que sirve de fondo para el desenlace de esta cinta.
De ritmo bastante estándar, no se hace ni muy lenta y tampoco pone la quinta marcha, la película se deja ver, pero llama especialmente la atención el cómo introduce elementos cinematográficos del género de terror dentro de la propia historia, dando pistas incluso a los personajes sobre quién va a morir o donde se va a producir el próximo crimen. En este sentido Scream. Vigila quien llama es una especie de recopilatorio de elementos del cine de terror, todos ellos incluidos en la película, sin pudor y sin temor a resultar excesivamente resabidos. Tanto Williamson como Craven son conscientes de ello y por eso la película aunque no se toma en serio pero tampoco se considera una parodia, es también una especie de homenaje al género, pero enfocado hacia las nuevas generaciones.
Y es precisamente una de las bazas más interesantes con las que cuenta la película, el reparto, encabezado por rostros muy jóvenes, algunos de ellos incluso desconocidos para la época, en donde destaca Neve Campbell como protagonista. Un personaje marcado por un pasado que lo persigue y que desencadena, de alguna forma, el caos en su vida. Atormentada y casi envuelta en una especie de depresión, lo que la faltaba a la joven Sidney Prescott, era un asesino en su vida.
Scream. Vigila quien llama prácticamente se ve sola. Tiene algunos puntos cómicos (muy remarcados por el personaje de Matthew Lillard) que la dan frescura, que incluso hacen cómplice al espectador a pesar de que lo que está viendo tampoco resulta demasiado… agradable. Por otro lado juega muy bien la baza de las pistas falsas (otro elemento clásico del género) a través del personaje de Skeet Ulrich, y aporta el toque ‘freak’ que resulta ser el que más sabe de la situación, con el personaje de Jamie Kennedy. La variedad de roles hace que muchas de las escenas resulten ágiles. Otros temas tan… adolescentes como el morbo por lo sangriento, el despertar sexual, el alcohol o la popularidad, son también tratados en la película.
No se olvida del sensacionalismo, a través de la reportera Gale Weathers, a quien da vida Courteney Cox y que constituye toda una crítica a esa prensa que trata de rascar en lo más profundo de cualquier suceso, con tal de sacar un mínimo de rédito, aunque con ello se lleve por delante la dignidad y el drama de las víctimas.
Con una potente escena de presentación protagonizada por Drew Barrymore (ya pasará a los anales de la historia del cine) en donde se marcan tres de los elementos más importantes de la cinta: teléfono, chicas y ‘ghostface’ (el asesino torpe), Scream. Vigila quien llama es una película que, sin duda, hay que ver, ya no sólo si nos interesa el género, sino porque sirvió como molde para futuras sagas, como Sé lo que hicisteis el último verano, Leyenda urbana o Destino final. En todas ellas, la mezcla de terror sin concesiones, con toques de thriller y un reparto muy joven, significaba ser una heredera de esta película que, posiblemente, no ha envejecido demasiado bien como cinta de terror, pero como película de suspense sí.
Mediados de los noventa, en taquilla reinó una película que casi alcanzaba los 900 millones de dólares, era Independence Day (Roland Emmerich, 1996). Will Smith pateando el trasero a los alienígenas que querían invadir la Tierra. Pero no sólo de ciencia ficción sobrevivía la taquilla, Tom Cruise empezaba su particular nuevo éxito en Hollywood con la primera entrega de Misión: Imposible (Brian De Palma, 1996), que conseguía un segundo puesto en la taquilla mundial. Fue el año de títulos como El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996), Space Jam (Joe Pytka, 1996), Rescate (Ron Howard, 1996) o uno de los primeros ‘live action’ de Disney, 101 dálmatas (Stephen Herek, 1996).
Para Scream. Vigila quien llama, la taquilla no le fue muy mal. Con un presupuesto de algo más de 15 millones de dólares, su recaudación superó los 170, llegando a ser considerada un absoluto éxito. Tanto que poco después se pensaba ya en una secuela.