Desde hace unos años, ya no resulta tan extraño que especialistas (los llamados ‘stuntmen’) se metan a dirigir proyectos de películas de acción. Uno de los ejemplos más claros es la saga John Wick, pero antes del tándem Stahelski/Leitch hubo otros como Hal Needham o Vic Armstrong, y la película que nos ocupa también tiene algo que ver con esto, ya que J.J. Perry pertenece a ese grupo.
Perry (de quien ya hablamos en una ocasión) ha trabajado en películas como Warrior (Gavin O’Connor, 2011), Objetivo: La Casa Blanca (Antoine Fuqua, 2013), John Wick 2: Pacto de sangre (Chad Stahelski, 2017) o Fast & Furious 9 (Justin Lin, 2021). Pero en el año 2022 dio el salto a la dirección con la película sobre vampiros Turno de día, estrenada directamente en Netflix.
Ahora, el que resulta ser su tercer largometraje, lo vuelve a juntar con Dave Bautista (trabajó con él en El juego del asesino (2024)) en una película con poquísima ambición y que nos recuerda al cine de los noventa de John Carpenter, salvando las diferencias, aunque la historia bien podría haberla contado el director de 1997: Rescate en Nueva York (1981).

Al margen de algunas cosas con las que ambas películas coinciden, Afterburn (Zona cero) está a bastante distancia de la artesanía que profesaba Carpenter. La cinta de Perry a grandes rasgos no es una película realmente interesante, tampoco creo que lo pretenda, pero a veces hay que tener cierto amor propio aun a sabiendas de que tu producto no tiene demasiadas cosas destacables.
La película es la clásica cinta ambientada en un mundo apocalíptico donde el héroe de turno busca la redención a través de los buenos actos (aunque el punto de vista de que sea bueno o no, al final queda en un segundo plano). Bautista, estrella de la WWE (lo que es ahora la extinta “Pressing Catch”) hace lo que puede con un personaje absolutamente plano, sin matices, un ejecutor que además, tampoco es que posea un carisma excelso. Para acompañarle tenemos a Olga Kurylenko, la que antaño fue ‘chica Bond’ y que, a pesar de intentar hacerse un hueco en Hollywood, su carrera está llena de más bajos que ‘altis’.
A esto hay que sumarle un villano que es casi una parodia (no sabemos si intencionada o no) a modo de “mega dictador” ruso, que se dedica, principalmente a sembrar el terror en una Europa devastada por guerras. No hay tampoco una motivación o fin para lo que hace. Un ejemplo más de la enorme planicie que puebla la película.

Por si esto fuera poco, a nivel técnico, la cinta tampoco es que se pueda permitir el lujo de tener escenas espectaculares, porque no las hay. La torpe mezcla entre CGI y efectos prácticos muestra que el presupuesto de la película no era precisamente abultado.
Con estas mimbres, Afterburn (Zona cero) aunque tiene una premisa interesante que podría transformarse en una cinta de acción-aventuras realmente entretenida, cae profundamente en el olvido, erigiéndose como una de las peores películas del año. Resulta además curioso que tras la producción tengamos a un nombre de preso como es Neal H. Moritz, productor de grandes títulos de acción y que, sin saberlo, se ha echado a la espalda una piedra absolutamente infame como es esta película.
Historia con algo de potencial, pero que ni las escenas de acción, ni los personajes y ni siquiera la presencia de Samuel L. Jackson, consigue despertar interés. Ejercicio bochornoso, torpemente dirigido, que en ocasiones busca el humor (no lo consigue) y hasta aburrido en algunos momentos.







