La obra del escritor norteamericano Robert A. Heinlein ha sido adaptada en varias ocasiones, quizá la más conocida sea la cinta de Paul Verhoeven Starship Troopers (Las brigadas del espacio) (1997). La temática de la obra de Heinlein bascula muchas veces entre la amenaza del espacio exterior y de cómo el ser humano se enfrenta a ella. Alguien mueve los hilos (Stuar Orme, 1994) es la segunda adaptación de su novela Amos de títeres, publicada en 1951. La primera adaptación ya se hizo en 1958, bajo el título Las sanguijuelas humanas, dirigida por el norteamericano Bruno VeSota.
A pesar de lo poco original de la trama, al menos a ojos de nuestros días, la película cuenta con un interesante trío de guionistas. Nada más y nada menos que los encargados de la saga Piratas del Caribe y de David S. Goyer, uno de los escritores vinculados a DC más prolíficos. El guión no es precisamente el fuerte de la película, puesto que muchas de las situaciones que plantea, carecen de explicación, y están casi metidas en la historia simplemente para que todo avance y encaje.
Dirige el británico Stuart Orme. Vinculado en sus inicios al grupo de música Génesis y al cantante Phil Collins (dirigió diversos vídeos musicales y conciertos), donde más experiencia ha adquirido ha sido en televisión dirigiendo más de cien episodios de series y miniseries.
La película no destila precisamente un aire de superproducción, es más, se nota bastante su ajustado presupuesto. A pesar de ello tiene una factura técnica más que aceptable y juguetea en ocasiones con la serie B, sin llegar a caer en lo cutre o pobre.
En su reparto brilla, como no podía ser menos, Donald Sutherland, en un papel sólido, con presencia y que sin duda devora todo lo que aparece en pantalla. Sutherland ya tenía experiencia con alienígenas en la maravillosa La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978). Un remake con una temática bastante parecida a la historia de Heinlein, a pesar de que la obra de Jack Finn sobre la que se basa, se escribió cuatro años después, en 1955. También tenemos a un, por aquel entonces, desconocido Will Patton, en el papel de científico.
Alguien mueve los hilos es una película bastante entretenida, con escasos aciertos y, en general pocas sorpresas, pero su honestidad como producto de ciencia ficción es lo que la convierte en una cinta bastante querida. No esperemos efectos especiales espectaculares o grandes secuencias de acción, ni la historia lo requiere y tampoco hay presupuesto para ello.
Lo más interesante es la atmósfera que crea, con la sensación de inquietud casi constante y con la inseguridad para con los personajes, que a pesar de no tener un desarrollo excesivo (realmente no tienen), se les coge cariño enseguida por lo simples que resultan.
Estamos en el año de títulos como Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994) que a pesar de sus 7 nominaciones a los Oscar no se llevó ninguno. La gran acaparadora fue Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994) que consagró a Tom Hanks como el actor de moda. Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) ponía también de moda a un excéntrico director que con el tiempo se ha convertido ya en un icono del cine. Y que decir de El rey León (Roger Allers y Rob Minkoff, 1994), que triunfaba en los cines.
Pero 1994 era el año del cine de acción, con títulos como Speed – Máxima potencia (Jan de Bont, 1994), Street Fighter: La última batalla (Steven E. de Souza, 1994) o la maravillosa Stargate: Puerta a las estrellas (Roland Emmerich, 1994). Alguien mueve los hilos apenas superó los 8 millones de dólares de taquilla en todo el mundo.