Quizá estemos ante una de las series más llamativas del universo Star Wars que ha parido Disney desde que comprase sus derechos hace ya unos años. Andor vista con pausa, no recuerda mucho a la imagen que todos tenemos sobre el universo Star Wars. No es una serie de batallas espaciales, de caballeros Jedi o de luchas entre el lado oscuro y el lado luminoso, Andor se quiere alejar de todo eso y lo consigue a base de establecer una historia muy al margen de lo más popular a nivel icónico que se conoce. Los hechos que cuenta son conocidos dentro de la cultura de ese universo, pero no se han enmarcado como aquí.
Para ello nos cuenta la historia de Cassian Andor y su participación en el origen de la rebelión. Lo hace a través de dos capas, dentro de una historia que se toma su tiempo y huye del mero espectáculo para centrarse en la evolución de los personajes y en la historia. En este sentido tiene un ritmo bastante distinto al visto, por ejemplo, en las dos temporadas emitidas hasta la fecha de The Mandalorian.
Protagoniza y produce (con más gente) el mexicano Diego Luna, pero el artífice de todo es Tony Gilroy, guionista y director con una trayectoria bastante interesante entre lo que podemos destacatar sobre todo su aportación a la adaptación cinematográfica de los libros de Robert Ludlum sobre el personaje de Jason Bourne. No hemos de olvidar que el universo Star Wars no es ajeno a él, puesto que se encargó junto a Chris Weitz del guion de Rogue One: Una historia de Star Wars (Gareth Edwards, 2016), donde aparecía por primera vez en pantalla, el personaje de Cassian Andor.
Gilroy, como hemos comentado, traza la historia principal de esta primera temporada (son 12 episodios que duran una media de unos cuarenta minutos por episodios) en base a dos líneas narrativas, cuyo nexo es el personaje de Luthen Rael, muy bien interpretado por el sueco Stellan Skarsgård. Por un lado, el espectador tiene la posibilidad de ver la parte más movida de la historia de Andor a través de sus propios ojos. Un personaje gris, que se mueve entre lo correcto y lo ilegal, pero siempre con buen corazón. Por otro lado, y quizá la parte que menos interesa o que parece menos atractiva, todo el lado político que conlleva la génesis de la rebelión, cuyo eje principal es el personaje de Mon Mothma, muy conocido en el universo Star Wars.
Ambas líneas argumentales, a su vez, se subdividen creando tramas desarrolladas en cuatro bloques de tres episodios cada uno, dirigidos por Toby Haynes, Benjamin Caron y Susanna White, todos ellos salidos de series de televisión como Black Mirror (2017), Sherlock (2012) o Generation Kill (2008). A nivel de dirección, esta primera temporada mantiene un esquema que se repite en estos bloques, un esquema tan clásico como el del planteamiento, nudo y desenlace.
Sobre su reparto, hay caras que nos sonaran, como la del propio Skarsgård o Diego Luna. Fiona Shaw, Adria Arjona, Forest Whitaker (retomando de nuevo el personaje de Saw Gerrera) o ese monstruo de la interpretación que es Andy Serkis (espléndido en los episodios que se desarrollan en la cárcel imperial), complementan perfectamente una serie que además nos ha hecho descubrir nombres como los de Kyle Soller o Denise Gough, cuyos personajes nos aportan una visión muy distinta del Imperio y sus organismos internos. Que todo esto está muy bien, pero tiene momentos que son un poco densos y pueden hacernos desconectar.
Quizá una de las cosas que menos puede atraer de Andor sea su ritmo. No es precisamente una serie con la que sea muy fácil conectar. Como hemos comentado, se lleva su tiempo y hasta incluso uno tiene la sensación de que muchas cosas o detalles se podrían contar con más agilidad y menos tiempo, sobre todo en los primeros episodios.
Andor es una serie diferente, quizá no llegue a ser tan popular como otras, pero cuenta con una buena historia, buen reparto y una producción realmente potente. Aviso a navegantes, no se pierdan la pequeña escena postcréditos del último episodio.
